Yall. Together

by María Sosa Betancor

Entre el día en que Rafa Montilla me comentó algo que no entendí muy bien sobre un proyecto en Corea y el momento en que aterrizamos en Seul dispuestos a rodar pasó muy poco tiempo, o al menos esa es la percepción que me ha quedado. Supongo que sería la ilusión.

Podría contar muchas cosas de este viaje pero si hay algo que objetivamente es destacable desde un punto de vista puramente tangible es que el material bruto que rodamos, entre todas las cámara que usamos, ascendía a más de 17 horas.

Más de 17 horas rodadas en 3 días, es decir unas 6 horas de material al día.
Más de 17 horas que se tenían que ajustar a una canción de poco más de 3 minutos.
Más de 17 horas para un edit que se tenía que presentar una semana después del regreso.

Efectivamente, he aprendido mucho con este proyecto.

En mi defensa he de decir que una de las cámaras, la handycam, tenía la doble función de registrar mis momentos de turisteo y la de filmar a Hyo Joo desprevenida. El problema fue cuando desapareció la barrera entre estos dos mundos. Esa cámara iba pasando de mano en mano para que cada uno improvisara su visión del momento. Así que todo ese el material acabó en las mismas carpetas del mismo disco duro, sin ningún tipo de distinción.

Por eso he pensado que este artículo se lo tengo que dedicar a todas esas horas de material que han quedado en el olvido.

1.
Mi obsesión por grabarlo todo empezó ya en el avión. Pero tengo que decir que Korea Airlines mola bastante y mi cerebro tenía demasiados nuevos inputs: el uniforme de la tripulación; el logo de la compañía (una mezcla entre la bandera coreana y el logotipo de Pepsi); el alfabeto coreano; el Bibimbap como menú de avión.

2.
A parte de la textura de imagen que buscábamos con la handycam, la razón de usar esa cámara era que se volvía invisible. Tiene un zoom (digital) 700, lo que hacía que nunca nadie se diera cuenta de que estábamos grabando. Me fascina este rollo voyeur que consigues con una cámara tan pequeña y tan, aparentemente, inofensiva.

3.
Pasábamos horas dentro del coche cambiando de localización. Seul tiene un tráfico horrible y los paisajes se acaban convirtiendo en carreteras abarrotadas de luces de coches, exclusivamente, blancos, grises y negros. Solo hay coches de estos tres colores, me intentaron explicar porqué pero la explicación tampoco tenía mucha lógica.

4.
Nuestra llegada coincidió con la fiesta nacional de Corea. Como turista puede ser muy interesante, pero para rodar lo complicaba todo un poco. El caso es que todas las calles estaban repletas de banderas del país y claro, es muy bonita, así que tengo una larga colección de planos de banderas Coreanas.

5.
Los edificios de Seul cautivaban a todo aquel que tenía la cámara en las manos. Eran urbanizaciones gigantes de edificios de colores pasteles que se repetían y que solo se distinguían entre ellos por un nombre y número escrito en letras gigantes.

6.
También llovió y todo era gris.

7.
Esta fue la primera vez que vimos a Hyo Joo encima del longboard. Aquí nos dimos cuenta de que iba mucho más rápido de lo que pensábamos, y que a Nicolás (operador de Segway) se le iba a complicar el trabajo.

8.
Yo no era la única obsesionada con registrar momentos, ni la mejor preparada.