Jordi Costa se despide (temporalmente, no sufráis) de su sección Viñetas robadas con un recorte de El náufrago de A, de Fred. ¿Y?
Viñetas robadas.
Una sentimentalidad
subterránea
por Jordi Costa
Estamos en territorio conocido. ¿O no? Esta viñeta guionizada por Stan Lee y dibujada por Jack Kirby pertenece a la segunda página de la aventura ¡La llegada de… Ka-Zar!, publicada originalmente en el número diez de la saga fundacional de La Patrulla-X, comic-book publicado en marzo de 1955. Como apreciará el aficionado, los límites de esta concreta ventana abierta a tan célebre ficción superheroica no encierran, precisamente, uno de los trabajos mayores de Kirby, si bien uno siempre puede echarle la culpa de eso a un momento no demasiado inspirado del entintador Chic Stone. No se aprecia demasiada hipérbole en el trazo y no hay rastros de esa épica desbordada en encuadres enfáticos característica del autor: estamos más bien frente a un tiempo muerto, un puntual momento de relajación tras una brillante actuación de la Chica Maravillosa en la Sala de Peligro de la Escuela para Jóvenes Mutantes del Profesor Xavier. Entonces, ¿qué sentido tiene que nos detengamos precisamente en esta viñeta cuando, sin ir más lejos, en otras páginas de la misma historieta podríamos toparnos con tigres de dientes de sable, pterodáctilos, trogloditas con garrote, brontosaurios y estampidas de mamuts?
En el plano aparecen la Chica Maravillosa, Cíclope y el Hombre de Hielo –o, lo que es lo mismo, Jean Grey, Scott Summers y Bobby Drake-, pero lo interesante, como si en lugar de ante un tebeo de superhéroes estuviésemos frente a una película europea de arte y ensayo, no está en lo que los personajes hacen, ni siquiera en lo que dicen, sino en lo que les pasa por dentro.
Como sabrá todo seguidor del imaginario de la Patrulla-X, en los orígenes, Cíclope y la Chica Maravillosa se deseaban mutuamente, pero ninguno de los dos se atrevía a confesárselo al otro. Por otro lado, esto era un relato de justicieros y supervillanos y las emociones no tenían más remedio que convertirse en subtexto y corriente subterránea. Fijémonos, pues, de qué forma tan maravillosa, Summers enlaza una felicitación verbal a Jean Grey por haber desmontado y vuelto a montar un rifle con sus poderes telequinéticos con su particular y silenciosa corriente de conciencia romántica: “¡Excelente, Jean! ¡Has refinado tu poder hasta extremos increíbles!” (dice) + “¡casi tan increíbles como tu belleza, que me deja sin aliento!” (piensa). A ella le sucede lo mismo: “¡Gracias, Scott!” (dice) + “¡Pero para ti nunca seré más que la chica maravillosa!” (piensa). A su lado, el Hombre de Hielo aplaude como un bendito sin enterarse de los subtextos, ni de la lava amorosa que palpita bajo la piel de sus compañeros.
El uso de este recurso fue muy frecuente en las primeras historias de la Patrulla-X. Tan frecuente, de hecho, que su potencial revolucionario puede ser pasado por alto: uno tiene la impresión de contemplar cómo las claves de una historieta romántica para chicas se infiltran en el interior de la viñeta de una historieta de superhéroes para chicos con el fin de, en cierto sentido, transexualizarla. O, como se diría hoy, para sabotear desde dentro su lenguaje hegemónico patriarcal.