Una pregunta larga

 

Una pregunta larga es una sección de charlas monotemáticas con músicos en las que, en lugar de marear al entrevistado con distintas preguntas sobre mil y un asuntos, hay un solo tema de conversación. Cada mes publicaremos una entrevista con un músico escogido especialmente para conversar con él sobre ese asunto específico.

Por Nando Cruz

HOWE GELB:

Un soundwriter en el desierto.

Ilustración por Oriol Malet

Howe Gelb: Un soundwriter en el desierto – O Productora Audiovisual

Su aspecto no lo sugiere, pero Howe Gelb lleva más de tres décadas grabando discos. Y a un ritmo de casi dos por año. Es una figura de sobrio renombre en el rock americano más heterodoxo, una suerte de punto de referencia en el gremio, ya que a lo largo de su carrera ha tenido contacto con cientos y cientos de músicos.

Conversar con este vaquero accidental es siempre un placer. En esta ocasión, el tema de la charla no sería un disco ni una gira, sino la influencia que pudiera haber tenido el paisaje, y más concretamente el desierto, en su repertorio y en su forma de componer. El encuentro tuvo lugar con Gelb recién aterrizado en España, de modo que el jet lag tuvo una clara influencia en la dispersión de algunas respuestas.

Naciste en Pennsylvania. ¿Cómo acabaste viviendo en Arizona?Se produjeron inundaciones en Pennsylvania tras el paso de un huracán llamado Agnes. Eso fue en 1972. Se desbocaron dos ríos. Uno en particular pasaba cerca de nuestra casa, el Susquehanna, y vino a llamar a nuestra puerta. El agua sobresalía dos metros por encima de nuestra azotea. Mi padre vivía en Arizona. Yo estaba en Pennsylvania con mi madre y empezamos a ir a Tucson. Fui allí por vez primera un verano. Tenía quince años. Nos mudamos en el 76.

¿Recuerdas el primer impacto que te causó el desierto?Era como Marte, la verdad. Pennsylvania estaba bien, pero era oscuro y húmedo, la tierra estaba torturada por las minas de carbón. Llegamos a Arizona y ¡todo el mundo sonreía! Era verano todo el tiempo y eso se reflejaba en la actitud de la gente. Eran muy relajados. Y no había oscuridad por ninguna parte. No recuerdo que sucediese nunca nada por allí, aparte de tomar peyote y salir al desierto solo para perderte. Pensábamos que pasaban cosas, pero no sé si pasaban o no.

A lo mejor no era cosa del desierto, sino del peyote.Seguro que era una combinación de ambos. Uno no se entiende sin el otro. Pero es que eran los setenta. Y los setenta fueron muy lentos, había tanto espacio entre una cosa y otra… Si ves películas de acción de principios de los setenta, ¡son superlentas! No hay mucha acción. Así que podías rellenar esos espacios con cosas como flipar.

¿Pensaste que Arizona inspiraría tu música?¿Sabes? En Pennsylvania, músicos muy buenos se decían a sí mismos que no sabían hacer nada. Su actitud era: no eres suficientemente bueno en lo que haces. Compara eso con el desierto, en el que a nadie le importa lo que hagas, puedes hacer lo que te dé la gana y te crees que todo es posible.
Aunque allí abajo no nos llegaba demasiada información musical. Por eso hacíamos la nuestra. No era fácil ir a comprar discos.

Hace años me contaste que de bastante joven ya entendiste que tenías que aceptar el entorno en el que vivías porque tú alimentabas ese lugar y ese lugar te alimentaba a ti. Cuéntame más acerca de esto.Creo que tienes que vivir en un lugar que tenga sentido respecto al lugar en el que se encuentra tu mente. No tiene por qué ser perfecto, solo lo suficientemente bueno. Te pones a trabajar, haces lo que tengas que hacer, y todo eso se filtra en lo que haces. Hay sitios que te permiten hacerlo sin interrupciones. Me pasaba sobre todo cuando vivía en Joshua Tree. Había más espacio y cero interrupciones. Creo que allí escribí mi mejor material.

¿Te refieres a Center of the Universe?Sí, eso es.

¿Es ese el único álbum que grabaste en el desierto?También hice allí Long Stem Rant en el 89 y Ramp en el 91. Eso fue cuando empecé a ir por allí. Pero entonces, al estar allí afuera, las canciones empezaron a emerger. En las canciones de Center of the Universe puedes escuchar el resultado de no tener tele. De estar solo en una pequeña cabaña, en medio de la nada.

Una vez entrevisté a Victoria Williams y me dijo que también había ido a escribir canciones a una pequeña cabaña en el desierto. ¿Cómo funcionan esos sitios? ¿Son cabañas en medio de la nada pero le pagas un alquiler al propietario?Sí. El tipo que compró el terreno tiene un estudio en el que yo solía grabar. Está en Venice Beach, a las afueras de Los Ángeles. Compró una propiedad al final de la carretera, en el área de Joshua Tree. Yo vivía en Hollywood con un bebé de dos años. Mi mujer y yo nos habíamos divorciado y ella vivía en otra parte de la ciudad. El tipo sabía que me había divorciado. Y ellos iban a hacer un estudio allí en el granero. No lo entendíamos, quedamos en una fecha para grabar y cuando llegamos el estudio no estaba construido todavía, así que cogimos un montón de cables y equipo para grabar el disco de todos modos porque habíamos decidido que íbamos a grabar ahí. En ese momento éramos solo dos: John Convertino y yo. El ingeniero era Eric Westfall. Yo tenía mi Plymouth Barracuda del 66 y Eric tenía un Valiant del 64 y condujimos nuestros coches hasta allí. Estaba oscureciendo y no sabíamos adonde íbamos. Y mucho más lejos vimos un bar en mitad de la nada. Era rarísimo que hubiese un bar allí. Casi pensamos que era un espejismo. Paramos. El bar estaba vacío. Podría haber sido un bar de moteros. Y entonces va y aparece un tipo, Puppy. Nos ofrece una cerveza, le decimos lo que estamos haciendo e inmediatamente… No sé… Se convirtió en alguien muy importante para nosotros. Así que condujimos otras cinco millos y allí estaban esas cuatro cabañas de una habitación.

¡Suficiente espacio para los tres!Todavía no había vivido nadie allí. El tipo que había comprado la propiedad no estaba, pero su socio, sí. Así que los días siguientes empezamos a grabar el álbum Long Stem Rant. Y luego íbamos al bar de Puppy a beber cerveza. Era perfecto.
No podían construir el estudio ahí. Dusty Wakeman, que era el ingeniero de Dwight Yoakam, Lucinda Williams y más gente, era el otro socio. Se iba a quedar el terreno de todos modos, así que me preguntó si podía ir ahí, vigilar el lugar y encargarme de las cuatro cabañas. Y yo dije: claro. Me había cansado de Hollywood. Me había divorciado. Estar en medio del desierto sonaba muy apetecible. ¡Me encantaba estar allí!

Así que no tenías ni que alquilar la cabaña, trabajabas allí.Eso. Y vivía allí gratis. Podía quedarme allí y si alguien quería una cabaña se la alquilaba. Luego se hizo más popular, pero entonces nadie sabía cómo encontrar el lugar. Está donde se acaba la carretera y empieza el desierto. Costaba unos treinta o treinta y cinco dólares por noche. Ahora cuesta como unos doscientos dólares por noche. Viví allí algunos años hasta que mi hija estuvo lista para ir a la escuela y entonces me volví a mudar a Tucson.

Así que te llevaste los instrumentos para grabar allí.Bueno, solo para tocar. Solo para vivir. Era muy barato vivir allí. Esa era la razón principal.

Victoria Williams y Mark Olson también me dijeron que querían irse de L.A. porque no podían pagar el alquiler y por eso se fueron al desierto.Sí. Y de eso es de lo que va Tucson. ¡Es tan barato vivir ahí! Tenemos una cosa que se llama ‘swamp coolers’. No usamos aire acondicionado. Cuestan treinta dólares al mes y funcionan todo el tiempo. Y en esa época la comida mexicana era superbarata. Por eso podía vivir allí y no tenía que buscarme demasiados trabajos en otras cosas. Y así, tu música va evolucionando.

Evoluciona no solo por el entorno, sino por la ausencia de distracciones y porque tienes más tiempo para ti mismo.Claro. Menos acumulación, más espacio… No hay emisoras de radio que programen música nueva. En sitios como Seattle o Athens tienen emisoras de radio universitarias. Nosotros tenemos una, pero solo programan jazz. Así que no teníamos ni idea de qué tipo de música nueva se estaba haciendo.

Hay gente que cree que eso es malo: tu música no se airea.Era malo entonces, pero si lo piensas ahora quizá fuera por eso por lo que muchas bandas hacían su propia música. Lo necesitaban. No podías escuchar eso en ningún sitio, así que lo hacías tú y no sonabas como nadie más. Eso es lo que pasaba. Por eso lo malo se convertía en bueno.

¿Pensabas entonces que Tucson era un buen lugar en el que hacer música? ¿Un sitio del que sacar ideas que no sacarías en otro sitio?No, no era tan listo. Nunca se me pasó por la cabeza. Tirabas con lo que tenías y si algo salía mal, pues te acostumbrabas a ello.

Dices que el desierto es el mejor lugar en el que conducir porque no hay nada contra lo que chocar. Y también que es un buen lugar para grabar música porque puedes poner los micrófonos en cualquier sitio y el sonido no choca contra ningún muro. Pero ¿oyes ese espacio entre los instrumentos y los micros en las grabaciones de otra gente?¡Claro! Cuando estábamos aprendiendo lo que nos gustaba y lo que no al principio, y grabábamos en L.A., había uno o dos estudios en cada ciudad pequeña que intentaban emular el sonido de Los Ángeles. Los ingenieros eran geniales, pero se excedían en las grabaciones al intentar sonar como lo que oían por la radio. Creían que el éxito era intentar sonar así. Y era un gran problema porque tenían muchos malos hábitos. Ni siquiera lo sabías entonces, ellos pensaban que era el procedimiento técnico adecuado. Y nosotros…

Vosotros teníais claro que no queríais sonar así.Para nosotros era inútil. A la batería le ponían diez o doce micrófonos. ¡Era una locura! Intentábamos grabar algo y eso se cargaba el espíritu. Y luego, cuando remezclaban el tema, echaban a la banda y trabajaban por su cuenta para conseguir un buen sonido de batería durante tres o cuatro horas. ¡Así se hacían las cosas en los ochenta! Y luego llegábamos nosotros y lo queríamos cambiar todo y el ingeniero nos mentía diciendo que lo había quitado cuando no lo había hecho. Querían que las canciones sonasen… importantes. Algo que acabase sonando en la radio.
Contratas a gente para que trabaje para ti y luego te hacen sentir como si no supieses de lo que estás hablando porque tú eres solo un músico y ellos son científicos. Fue entonces cuando empecé a trastear con la mesa.

¿Has grabado alguna vez canciones fuera del estudio, al aire libre?Sí.

¿Es una buena forma de testar las canciones?Sí. Lo probé por primera vez cuando estábamos grabando en el granero. Pusimos los micros allí para captar el sonido del espacio de ese granero. Eso fue antes de ir a grabar a Tucson, de hecho. En realidad, salimos del granero el paisaje porque era tan bonito que dijimos: “saquemos los micros ahí afuera”. Canté la canción Loving Cup por primera vez. La escribí allí. Ese lugar me dio un montón de canciones.

¿Algún ejemplo de canción que no podría haber nacido en ningún otro lugar?No creo que mis canciones sean tan importantes. Siempre creo que lo importante es el tono. Las canciones solo son algo que tienes que hacer para poder tocar. Yo quería tocar, así que tenía que escribir canciones porque no era capaz de aprenderme las de otros. Por eso las canciones, a veces, no están muy pensadas y no tienen tanto valor. Las canciones no se vuelven importantes hasta años después, cuando miras atrás y ves fotos y te acuerdas de lo que molaban las cosas entonces, pero en el momento no te dabas cuenta.

¿No te consideras un songwriter? ¿Más bien un soundwriter?Eso suena bien. Buen término, sí. Un hombre de sonidos, un soundwriter… ¡Gracias!

¿Qué sonidos buscabas entonces?Los que aparecían en mi cabeza. Quiero decir, no puedes tocar de verdad los sonidos que suenan en tu cabeza. Eso nunca pasa. Solo puedes disfrutar de ellos. Pero dejas las puertas abiertas a que ocurran accidentes. Porque los accidentes se acercan más al sonido que está en tu cabeza, ese sonido que nunca nadie ha escuchado.

Volviendo al desierto, ¿es el desierto un buen lugar para…?¿Para los accidentes? ¡El desierto es genial para los accidentes! ¡En serio! Y el desierto es un buen lugar para hacer buen uso de las incapacidades. El desierto lo permite. Pero el desierto no es más extraordinario que España. Tenéis desiertos y grandes espacios abiertos aquí también. Como en esas películas de Sergio Leone. Nuevo México se parece mucho a España.
Hice un disco en Canadá. Estábamos a -43 grados, que son lo mismo en Celsius y en Fahrenheit porque se juntan a -40. Y eso sí que duele. Te advertían que no dejases ni un centímetro de piel expuesta al frío. Incluso si era una parte de la cara que no te habías cubierto, las manos, los tobillos… Decían: “si dejas esa parte más de tres minutos sin cubrir te causará daños permanentes”. Lo que quiero decir es que algo así es igual de fascinante e inspirador que el desierto.

¿Where the Wind Turns Your Skin to Leather habla de eso?No, eso era en Joshua Tree. Hay un viento que sopla por allí que duele mucho. Es un viento precioso, un viento constante que viene de las montañas y cruza el desierto. Adoro ese viento, pero también es capaz de arrugarte como a una billetera vieja

Tú no tienes la cara de alguien que ha vivido en el desierto.Esa gente trabaja a la intemperie toda su vida. Cuando eres músico da igual el tiempo que estés en el exterior, porque sueles vivir casi siempre de noche.
¿Sabes? En mi primera época en Arizona recuerdo salir por ahí con Dan Stuart de Green On Red. Ellos eran más jóvenes que yo. Y más divertidos. Se rapaban la cabeza. Cuando llevé a Giant Sand a Tucson recuerdo que Dan Stuart era muy divertido pero siempre se estaba quejando. Estaba en guerra consigo mismo, sobre todo cuando bebía. Pero tenía una actitud interesante con respecto al desierto. No alardeaba de vivir en el desierto ni se sentía especial por ello. Me encantaba esa idea. Para mí era algo así como “no quiero echarle la culpa al desierto porque en realidad me gusta”. Pero luego tienes el otro extremo: cuando llevé a John (Convertino) y luego a Joey (Burns), llegaron allí con oídos y ojos frescos e intencionadamente capitalizaron ese supuesto sonido local y ahora, con Calexico, tienen la reputación de ser el sonido del desierto. Es interesante ver el ejemplo de Dan Stuart, que vivió allí mucho más tiempo pero decidió no hacer lo obvio. Y en cambio John, que es de California, de la playa, hizo lo obvio pero con su enorme ambición consiguió que funcionase.

Muchos músicos de California hicieron ese viaje que consistía en “vayamos al desierto, respiremos ese aire, sintamos el espíritu, grabemos un álbum y volvamos.”Sí, luego te vuelves a L.A. y listo. ¿Sabes qué? La única razón por la que concedo entrevistas es porque es terapia barata. Esto debe ser lo que hace un terapeuta. Te escuchas a ti mismo diciendo cosas que normalmente no verbalizas. Y a veces incluso consigues sacar cosas en claro. Me doy cuenta, por ejemplo, de que el motivo por el que grabo tantas canciones es por esa actitud tan de Pennsylvania que te hace creer que no sabes hacer nada. Me quedé atascado en ese lodazal y ahora me concentro más de lo debido en hacer cosas que no son suficientemente buenas a propósito y en creerme que lo son.

Eso suena interesante…Mira, ¿quieres que te cuente una buena historia sobre la influencia del desierto en mi vida? La que te voy a contar está escrita en el diario que tengo en mi web. Explica cómo el desierto me salvó la vida una vez durante una gira.

¡Adelante!Dimos un concierto en Holanda. Íbamos en autocar, dormíamos allí, en esos tours en los que viajas de noche y luego te levantas en otra ciudad. Cuando me desperté, miré por la ventana y vi un canal seco. Nunca había visto un canal seco en Holanda. Ni siquiera entiendo cómo es posible que un canal esté seco en Holanda. Pero el nivel del agua estaba muy bajo y el suelo estaba cubierto de hojas. Parecía que llevaba un tiempo seco. Así que tomé unas cuantas notas de cosas que hacer durante el día y una era ir al canal para averiguar qué había allí. A lo mejor caminar por él a ver adonde llegaba. Así que me vestí, salí del bus y hacía un frío espantoso. ¡Un frío horrible! Y como soy muy despistado se me olvidó lo del canal. Me fui a pasear y pensé que ya vería el canal a mi vuelta. Volví al bus pero teníamos que hacer la prueba de sonido y entonces me di cuenta de que tocábamos en un festival de música tejana.

¿No te diste cuenta hasta entonces?Eso es lo que pasa cuando estás en la carretera, sobre todo si no tienes mánager. Te meten ahí con un montón de bandas que son de Texas y tocan música tejana. A mí me gusta Texas, pero no sé qué demonios hacíamos ahí. Arizona no es Texas.
En fin, estábamos listos para salir a hacer nuestro set, pero aún faltaban cincuenta minutos. Pedimos algo de whisky para amenizar la espera. El promotor me miró muy preocupado. No quería darnos whisky. Le daba miedo que nos emborrachásemos. ¿En serio? La cosa se estaba volviendo cada vez más incómoda.
Salimos a tocar con la intención clara de no sonar como si fuésemos de Texas. Había escrito un montón de canciones nuevas y solo teníamos cuarenta y cinco minutos, así que unas se solapaban con las siguientes. Estábamos tocando muy bien, pero la gente no respondía. Era una de esas noches en las que no te sientes realizado al tocar, no te llena. Empiezas a sentir rabia, a enfadarte contigo mismo. Lo único que quería hacer en ese momento era beber cerveza, perderme en la noche y librarme de esa sensación.
Me pongo a beber cerveza y se me acerca una chica vestida de motera. Parece americana, pero es de Ámsterdam y empieza a contarme que adora Texas y que le encanta ir allí. Es muy locuaz, muy obstinada y habla… muy alto. Me da igual, solo quiero otra cerveza. El festival termina, la noche está a punto de acabar pero el bus no sale hasta un par de horas más tarde. Y me dice: “Unos amigos míos han ido a un bar cerca de aquí. Voy a ir a ese bar a tomar más cerveza”. Yo todavía estoy intentando encontrar una manera de acabar el día. Así que me pongo el abrigo, vamos a ese bar, pero no lo encontramos… Hace demasiado frío afuera. Me quiero meter en el bus. Ni siquiera lo he pasado bien hablando sobre Texas.
Mientras vamos hacia el bus, en la oscuridad, la chica ve el canal seco. A la luz de la luna podemos ver las hojas del fondo y ella va y dice: “¡Bajemos!” Y yo digo: “¡Es lo que llevo queriendo hacer todo el día!”. Pero entonces, esa parte de mí tan de Arizona duda por un momento de si hay agua ahí abajo. Así que me detengo. Ella avanza y desaparece por completo en el canal cubierto de hojas.

¡No estaba seco!No. Ella creyó que estaba seco, pero en el último momento no confié en ella. No había forma de saber que el canal no estaba seco. Pero fue mi conciencia de Arizona la que me dijo: “¿Cómo sabes que está seco?”. Las hojas y el lodo eran tan espesos que cuando se metió ni salpicó. Solo desapareció. ¡De golpe! ¡Silencio! Por fin estaba todo tranquilo de nuevo. Incluso resultó agradable por unos instantes.

¿Qué? ¿La dejaste allí dentro?Me preguntaba si estaba allí realmente. Estaba muy borracho y todo pasó en cinco segundos. ¿Ha saltado? ¿Sigue ahí? ¿Está debajo? Estaba todo tan silencioso que parecía que no había pasado nada. No había ni ondas. Me estaba congelando y pensaba: “¿Y ahora qué hago?”. A lo mejor debería saltar. Pero eso significa la muerte. Es como cuando tienes un accidente y te pasan un montón de ideas por la cabeza en un segundo: te crees que ha pasado un montón de tiempo.

¿Estaba allí la chica o toda la historia fue una alucinación?Estaba allí. Reemergió. Y luego no podía salir. Si no llego a estar en la orilla hubiese muerto de hipotermia. La saqué y estaba en shock. Volví al festival y estaba totalmente vacío. Solo quedaba el promotor aquel que no quería darnos whisky porque se creía que la íbamos a liar. Le conté lo que había pasado. Alguien nos dijo que nos duchásemos. Nos dieron toallas y entonces le tuve que dejar a ella algo que ponerse.

¿Una camiseta de Giant Sand?¡Ay, no, por Dios! Un tipo de una discográfica me dio una camiseta de Tom Waits. Me encanta Tom Waits, pero no llevo ese tipo de camisetas. También le dejé unos calzoncillos limpios, porque todo lo demás no le hubiese ido bien de talla. Pasó de parecer una motera tejana a una chica de Arizona, aunque no era precisamente verano.

Dices que escribes un diario. ¿Por qué?No sé muy bien por qué. Creo que es porque el final está relativamente cerca. Cuando te acercas a los cincuenta sabes que no te queda mucho tiempo. De repente, empiezas a parecerte al personaje ese de mediana edad al que siempre matan en las películas.