Rescatamos dos videoclips de Luis Cerveró para Nacho Vegas inéditos para el proyecto De Benidorm a Benicàssim de Luis Troquel. Literalmente: lo nunca visto.
HappyDogAndBrainDamagedCat.gif
por Luis Cerveró
Yo tenía un amigo en la facultad que se llamaba Javier Suay. Ostia, qué habrá sido de él. Realmente, estaba como una cabra. Siempre llevaba Doc Martens con punta de hierro. En aquella época solo los skins las llevaban. Los skins y Javier Suay. Una vez, saliendo de un bar, me dijo que mirase, que le iba a dar una patada a la ventana de un coche con la punta de su bota y la iba a partir en añicos. Aunque parezca increíble, no recuerdo si lo hizo o no, pero recuerdo perfectamente su pose, agazapado, tomando impulso para saltar, con las piernas flexionadas y la espalda apoyada en una pared junto al coche. Parecía una pantera negra. Porque Javier Suay vestía de negro, de arriba abajo, menos sus Doc Martens, que eran rojas. De ese rojo Doc Martens, que tampoco es muy rojo. Creo que fue Javier Suay quien me dio un tripi por primera vez. Ah no, qué va, no fue él. Da igual. El caso es que una noche, con un cuelgue muy serio, fuimos a su casa y me puso un disco de Corcobado y los Chatarreros de Sangre y Cielo. El disco era en vinilo y el último corte acababa en un loop. Un loop que, como todo loop, era infinito. No sabría decir cuanto tiempo estuvimos tumbados, sin hablar, escuchando ese loop. A lo mejor cinco horas. O a lo mejor cuatro años y seis meses. A lo mejor todavía sigo allí, de alguna manera, con Javier Suay mirando el techo de su salón.
Apreciar un buen loop es algo serio. Te atrapa. Te absorbe. Y no se puede fingir. Es como en Arrebato. Cuando Will More señala con el dedo y pregunta “¿Cuánto tiempo podrías pasarte observando este cromo?”, te crees perfectamente que Eusebio Poncela podría estar meses, años mirándolo. En cambio, yo personalmente nunca me he creído a Cecilia Roth cuando se sienta frente al peluche de Betty Boop. Está claramente sobreactuando.
De la misma manera, no puedes engañarte a ti mismo cuando te enfrentas a un GIF. Yo personalmente he estado varias décadas observando a este perro que golpea con su cola a un gato que intenta dormir junto a él.
¿Qué quiero decir con todo esto? Pues no lo sé muy bien. Pero es algo parecido a la opción de tuitear cuantos segundos has soportado el eterno loop gatuno en nyan.cat. Puedes mentir si quieres, es fácil hacer trampas. Y en todo caso, a quién coño le importará.