Jordi Costa se despide (temporalmente, no sufráis) de su sección Viñetas robadas con un recorte de El náufrago de A, de Fred. ¿Y?
Viñetas robadas
El maestro de la mise en abyme
por Jordi Costa
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Sé lo que estarán pensando al ver esta imagen: alguien ha metido la pata y ha colado, como ilustración de este texto, una página entera y no la viñeta descontextualizada de rigor. Pese a su apariencia de entramado de multi-ventanas que bien podría ser una plancha entera de composición heterodoxa, esto es, por extraño que parezca, una sola viñeta, extraída de una página compuesta por cuatro viñetas rectangulares de idéntico tamaño. En el interior de cada una de ellas, sí, la mise en abyme, el vértigo perceptivo inducido por un tipo que es, al mismo tiempo, esteta de la transgresión y maestro del metalenguaje: el japonés Shintaro Kago, que llegó al mercado español de la mano de Editores de Tebeos, esa añorada empresa tan comprometida con hacer justicia a la memoria del medio como con el descubrimiento de nuevos caminos expresivos.
Esta viñeta pertenece a la historieta Más allá de la memoria, incluida en el álbum de Shintaro Kago Reproducción por mitosis y otras historias que sirvió aquí de espectacular carta de presentación de este constructor de laberintos y trampantojos. Uno de los posibles leitmotivs de ese álbum sobrecargado de ideas podría ser, de hecho, la violación, tortura, descuartizamiento y trascendencia de la viñeta como recurso expresivo. En las diversas historias de la antología, Kago hacía realmente de todo con las viñetas: las reproducía por mitosis convirtiendo una historieta en una pesadilla viral tendente a la mutación inconcebible; las multiplicaba hasta el infinito hasta convertirlas en meros píxeles de una nueva imagen totalizadora; las empleaba como estratégicas ventanas abiertas a posibles divergencias de la realidad y las transformaba en edificios obscenos, casi en una versión de 13 Rue del Percebe concebida por el mismo mad doctor al que se le podría ocurrir, con un poco de paciencia y un grupo de voluntarios, articular un ciempiés humano. Si no conocen a Kago y todo esto les suena demasiado abstruso e intelectualizado, háganse un favor y corran a buscar un ejemplar de Reproducción por mitosis y otras historias: Kago siempre consigue que sus experimentos proporcionen más placer lúdico que dolor de cabeza. En su trabajo, tras las vueltas de tuerca conceptuales, jamás asoma ni una Revelación, ni una Gran Verdad, sino algo cuya existencia resulta siempre tan irrefutable como la Chorrada. Leer a Kago es muy divertido: explicarlo te puede llevar a hundirte en el fango de la siempre mal vista jerga postmoderna.
Los personajes de Más allá de la memoria padecen el síndrome de la Acumulación de Viñetas. “Es una extraña enfermedad que provoca que las viñetas a las que pertenezco no pasen a formar parte del pasado, sino que las arrastro indefinidamente”, explica la protagonista. Imaginen ustedes que su pasado –tanto el público como el privado– les siguiera en forma de enjambre de viñetas sobre sus cabezas. El efecto en las relaciones sociales sería devastador, tal y como lo es para los sufridos personajes de Kago: el marido adúltero arrastraría, irremediablemente, las viñetas que delatarían el encuentro con su amante, el policía llevaría consigo la estela de situaciones que le sancionaría como corrupto y la chica recatada luciría sobre su cabeza una constelación de imágenes pornográficas, insertos de su vagina penetrada con vehemencia por un compañero ocasional… En la obra de Kago, los radicales mecanismos de deconstrucción estética amplifican ocurrencias de extrema crueldad sexual, pero, al final, el discurso acaba desembocando en una idea de agresiva idiotez, como si la unidad finalmente indivisible en el tejido de la realidad fuera la Chorrada. En Más allá de la memoria, por ejemplo, la protagonista llega a la conclusión de que, si se pone a comer sistemáticamente hojitas prensadas de alga, quedarán perfectamente camuflados sus encuentros eróticos: el rectángulo del alga prensada como equivalente formal del rectángulo censor que tapa los genitales de los actores en el porno japonés.
La viñeta seleccionada es, pues, la que aísla ese momento de gran revelación, que es también el instante en que Kago pone en riesgo una idea genial –la de los personajes perseguidos por sus viñetas/pasado– a través de la chuminez radical –la rima entre viñetas, rectángulos censores y hojitas de alga–. Ahí está la gran lección de Kago, en declaración apócrifa, para todos aquellos que arrugan el morro ante cualquier mención a lo meta (lingüístico) y a lo post (moderno): “Es posible que vuestro feroz anti-intelectualismo os lleve, como a Hermann Göring, a echar la mano a la pistola cuando escucháis cualquier término que os suene levemente gafapasta. Vosotros mismos, porque donde intuís espesura, yo sé que sólo se esconden inéditas formas de diversión”.