Jordi Costa se despide (temporalmente, no sufráis) de su sección Viñetas robadas con un recorte de El náufrago de A, de Fred. ¿Y?
Viñetas robadas
El flexible trazo
del placer
Por Jordi Costa
Algunos dibujantes de historietas no pueden remediarlo: su trazo no parece el resultado de un esfuerzo titánico sino la libre, ligera y pura emanación de un placer que nace del instinto. Carlos Giménez es, en este sentido, un caso ejemplar: un tipo que no ha dejado de dibujar ni un solo día de su vida desde que empezó su carrera profesional, aunque nadie le haya encargado nada, aunque no tenga ningún proyecto concreto entre manos… Esta viñeta pertenece a la octava aventura de Gringo, una serie realizada para el mercado internacional en el seno de la agencia Selecciones Ilustradas, que fue, precisamente, el primer trabajo en solitario del futuro autor de Paracuellos, que hasta entonces había trabajado como ayudante de López Blanco en la serie de cuadernos Aventuras del FBI. Con guión de Manuel Medina, esta historieta de Gringo, titulada Los traficantes del Pecos fue dibujada en 1965, pero no apareció en el mercado español, editada por Ibero Mundial de Ediciones, hasta el mes de febrero de 1971. En 2009, la añoradísima Glénat –tan añorada como su desgraciadamente efímera sucesora Editores de Tebeos: una compañía con verdadero sentido de la historia y firme compromiso con la memoria del medio– la recuperó en el primer libro de la integral de Gringo que pasó a engrosar la generosa Colección Carlos Giménez.
Centrémonos, no obstante, en esta viñeta –que cerraba la tercera página de la aventura– en la que vemos a Elenita, una rubísima niña con coletas, escapando de un par de indios que la contemplan con interrogativa perplejidad. Lo interesante de Gringo es que muestra a un Carlos Giménez todavía en busca de su estilo, pero intuyéndolo en destellos como el que atrapa esa viñeta, donde, de repente, se manifiesta la premonición de una de sus señas de identidad estéticas: esa flexibilidad de trazo que le permite conciliar lo caricaturesco (la niña) y lo realista (los indios) en un mismo plano, bajo un estilizado decorado que quizá podría anticipar los delirantes atrezzos vegetales de sus inminentes trabajos de ciencia ficción pop. Elenita es como una interferencia de comedia en un western pulcro y austero. A la larga, Giménez logrará crear insólitas armonías en su paso orgánico de lo grave a lo lúdico dentro de un mismo encuadre. Cuando George Lucas estrenó La amenaza fantasma, nadie quiso ver que lo de poner a Liam Neeson y a Jar Jar Binks en un mismo plano no era exactamente una metida de pata, sino la versión Industrial Light & Magic de Hacer-un-Carlos-Giménez.