Nueva sección estrella de Diana Aller: Cosas que hago mientras tú trabajas. En esta ocasión, irse un lunes de viaje a Praga. Ilustra Flavita Banana.
Soy Girly,
Soy Guay
Ilustración por Flavita Banana
por Diana Aller
Camisetas de HyM con el mensaje “Feminism”, páginas de revistas molonas dedicadas a artistas desconocidas con bragas de Micky Mouse, galerías con expos “de chicas”, florecitas, cupcakes y cosas monas… LA ÚLTIMA PERVERSIÓN: EL FEMINISMO COMO MODA.
Últimamente se estila mucho el rol de mujer luchadora, desinhibida, con un puntito de rebeldía, pero perfectamente encajada en el sistema. También mujeres atractivas con un aire indie, inocente, naíf, atolondrado, “mono”… Es lo que entienden los creativos publicitarios por feminidad y feminismo (para ellos es lo mismo, les sobra el sesgo político porque lo suyo es vender).
Estos señores, treintañeros y cuarentañeros, (y cincuentañeros también) que en absoluto son conscientes de sus privilegios de género, crean modas, generan tendencias y se responsabilizan de ciertos movimientos intelectuales y artísticos… ¡Las mujeres como consumidoras suponen un altísimo potencial económico! ¡Demos a las mujeres un producto feminista, si es lo que demandan! Estos mismos señores (especulo, aunque a lo mejor no tanto) son de los que piensan que “también hay muchos hombres maltratados y nadie los defiende”, o que “las mujeres tienen la sartén por el mango porque te arruinan en las separaciones y ponen denuncias falsas”. O tal vez tienen esposas de las que esperan fidelidad, aguante y un rol pasivo socialmente y activo entre sus sábanas. Estos señores, resumiendo, tienen poder sobre nociones de consumo, pero no saben una mierda de lucha femenina.
Sin embargo, orquestan campañas pretendidamente concienciadas. Y les salen cosas tan vergonzantes, por poner un ejemplo al vuelo supuestamente inocente, como esta campaña de , donde un montón de mujeres abanderan una lucha en apariencia feminista (con su color morado y todo), pero cruelmente estereotipada de mitos patriarcales: un grupo de mujeres heterosexuales, blancas y sonrientes se muestran felices y liberadas mientras entonan un playback horroroso. Todas van vestidas igual, son “normopeso”, cumplen sus jornadas laborales, se embarazan, tienen casas limpias, se prueban ropa y muestran la (en apariencia muy asequible) felicidad capitalista en la mujer.
La letra empieza diciendo “No me gustan los clichés, no me gusta renunciar, no me gusta que me juzguen ni tampoco no llegar. Soy madre, amiga, currante y amante”. Todo un delirio de lo que DEBE ser una mujer liberada: Una especie de superwoman que cumple todos y cada uno de los mandatos vitales de la sociedad machista. Ser madre, trabajar para el sistema, llegar a todo a tiempo, producir placer sexual, ejercer de paño de lágrimas ajeno, y todo esto, sin que le guste renunciar ni que la juzguen. ¿Hola? ¿Tiene algo que ver con la agenda feminista?¿Cómo se ha llegado a un mensaje tan perverso?
Otro ejemplo más: en el spot televisivo de una (del sujetador “Manuela”) no se conforman con una modelo de buen ver para vender su prenda. Le dan un toque intelectual explicando que es una estudiante. A una mujer ya no solo se le exige que sea sexualmente deseable… Estos señores publicistas saben que venderán más si muestran una mujer que piensa, estudia y se forma, una mujer feminista (pero que esté buena, claro). Por suerte hay airadas (y muy lúcidas) .
Feminismo es solo una palabra guay
Septiembre 2015: mientras en Bangladesh cuatro millones de mujeres viven con menos de cincuenta euros al mes, privadas de derechos laborales básicos, salud, acceso a la educación o simplemente una vida digna, mientras todas las multinacionales textiles asfixian a sus trabajadoras abocándolas a una vida miserable de sometimiento, necesidad e ignorancia… Mientras ocurre esto, algunos gigantes de la moda exponen y venden impúdicamente camisetas elaboradas con el sufrimiento de esas trabajadoras. Camisetas en las que se lee “El feminismo es la idea radical de que las mujeres son personas”.
Las editoriales de moda se llenan de proclamas feministas: un feminismo arcaico, que celebra ¡oh, cuanta transgresión! los derechos civiles, la labor de las sufragistas, y una edulcorada y ñoña visión de las mujeres luchadoras y sus outfits. De repente, el feminismo es algo “mono”, que no tiene nada que ver con teorías filosóficas, ni debates intergeneracionales. Es una corriente de pensamiento que dice “qué guay es ser tía y ser libre” pero no incluye a las mujeres con vello en las axilas, a las lesbianas no normativas, a las menopaúsicas o a las que padecen una minusvalía, por ejemplo.
La firma Chanel dio el pistoletazo de salida en esto del feminismo-chic, distorsionando el ideario principal del movimiento y reduciéndolo a cuatro proclamas facilonas en su desfile del año pasado. El responsable, un señor que desde hace años colecciona críticas harto fundamentadas por su misoginia, Karl Lagerfeld, cosechó todo tipo de vítores y felicitaciones por su sensibilidad artística para con la causa. Hay que decir que las modelos portaban pancartas con lemas tan currados como “No estoy de rebajas”, “Las señoritas primero” o “Los chicos también deberían quedarse embarazados”. En fin…
Aunque si hacemos memoria, esto del girl power como estrategia comercial en la cultura habría nacido a finales de los noventa con las Spice Girls, donde cinco chicas encarnaban otros tantos roles supuestamente femeninos: el candor, el salvajismo, el pijismo, el deporte y la sexualidad. Cantaban a la libertad como un “haz lo que quieras” y “diviértete” que a mí me parece muy saludable, pero cuyos efectos económicos -estratosféricos- nadie fue capaz de prever. Había nacido un concepto revolucionario: la feminidad más estereotipada como modelo aspiracional de consumo.
De aquellos polvos, estos lodos: Beyoncé, icono sexual heteronormativo por antonomasia, se considera feminista. Frozen, la taquillera película con protagonistas de cintura de avispa se considera feminista. La MTV que sexualiza a mujeres y niñas en todas sus representaciones, se considera feminista. Taylor Swift se terminó retractando de sus propias declaraciones, para acabar diciendo que se considera feminista. Y hasta Soraya Sáenz de Santamaría se considera feminista. Es lo políticamente correcto…
Una tendencia imparable
Este feminismo estereotipado, vacío de contenido, sin lucha, ambiguo, interesado, económico, artificialmente asentado, blablablá… no afecta a la moda. Todo vale para vender “cosas de/para mujeres”: reportajes a diseñadoras mediocres, fotos de empresarias que favorecen el capitalismo más salvaje, chicas con medidas imposibles y ligeras de ropa muy del gusto heteruzo ilustrando un artículo que habla de las demandas femeninas, estética ñoña que promueve el retorno al hogar para hornear pan, el enfoque de la maternidad en los medios de comunicación, la publicidad con toda su carga violenta y cosificadora, muestras de arte de chicas… todo lo que desprenda un aroma girly se considera feminismo.
Y es entonces cuando esta tendencia se convierte en sinónimo de guay, mono, absurdo… y en las reuniones de marketing se utiliza el adjetivo “girly” como antes se decía “trendy”. Lo peor de todo: girly no equivale ya a feminista; ahora se ha convertido en algo idiotizante, cursi, infantil, manipulable, ñoño… pero se sigue trabajando como si fuera lo mismo. Y se ve que salen ideas buenísimas siempre: yogures con 0% grasa con flores rosas en el packaging, escaparates con maniquíes de la talla treinta y dos con una corona de flores en la cabeza al estilo femen, una pastelería con dulces con colorantes color pastel y tapicerías de cuadros de vichy… Todos aplauden y estrechan su mano encantados. ¿No os habíais enterado? ¡El feminismo está de moda!
Este supuesto feminismo nos dice a las mujeres “siéntete ligera”, “eres fuerte”, “para que estés segura”, “liso perfecto”, “siempre limpia”… y un montón de sandeces contradictorias que no hacen más que construir una personalidad de género deficiente. ¡Pero si es muy guay ser mujer! ¡Todo está pensado para nosotras! El mundo está lleno de facilidades y comprensión, de cosas monas y accesibles para que no nos tengamos que preocupar de nada. Según el dogma imperante, las feministas no piensan, consumen. Y son felices. ¡Viva el rollito girly!
Por supuesto, el activismo cultural y feminista viene de muy lejos y afortunadamente está más que consolidado. Otra cosa es que no se haya dado voz o su imagen se desvirtúe en todo momento. Muchas chicas están haciendo cosas realmente interesantes en música, escultura, videoarte, narrativa, diseño, etc, etc, etc…. Tenemos a Nuria Mora en street art, que es una punta de flecha imprescindible en el llamado postgraffiti; a las irónicas Ana Belén Rivero y Monstruo Espaguetti, que desde el humor y el feminismo cargan con auténtico veneno sus cada vez más aclamadas ilustraciones. Podríamos citar también a la incisiva , que ha hecho de un género tan antipático como el monólogo todo un arte de concordia femenina. O quizá a Marie Tooth, alter ego de una pintora hiperrealista que siluetea contornos cárnicos al dolor y a la fragilidad. Y tenemos a las Hinds, juzgadas por todos los raseros salvo el musical, y que cuando se hace una crítica de ellas, indefectiblemente se hace alusión a que son tías y no son buenas, por un extraño binomio que amén de ser mentira no se sabe de dónde ha salido. Tenemos en fin, mujeres fuertes en la cultura y el arte.
Pero me temo que para “salir al mundo”, los medios, las galerías o quien fuera continúan colocando a una chica guapa como estandarte. Ya no es una modelo semidesnuda sobre un coche para anunciar el Salón del Automóvil. Ahora nos venden una imagen neogrunge de chicas escuálidas con las uñas oscuras y roídas, sandalias con plataforma y calcetines y gorrito de lana. Es la misma mierda descontextualizada y cosificadora, para vendernos algo “para chicas”. No, esto no tiene nada que ver con nosotras. Son modelos supuestamente cool, estéticas vacías para pervertir un mensaje bien construido que lleva mucho tiempo en marcha.
Esto además diluye y ensucia la teoría de género, separando incluso a las propias mujeres consumidoras. En cuanto se tachan de interesados y espurios los intereses de determinados productos o campañas para mujeres, se generan debates muy cansinos en los que alguien acaba diciendo “Pues si a ti no te parece feminista es tu problema ¿Pero aquí quién reparte los carnets de feminismo?”. Porque lo que le llega al común de las mujeres es que ser feminista es una cosa muy mona y empoderante gracias a la libertad de elegir qué comprar, y a la vez, que lo que mola es estar delgada, ofrecer una imagen frágil, sexualmente activa, y preocupada por chorradas siempre.
Muchas piensan que mostrar la palabra FEMINISMO como tendencia es al menos entreabrir una puerta al pensamiento crítico, a la sensibilidad ante los privilegios, a la búsqueda de referentes… Creen que tal vez haga interesarse a alguna chica consumidora por nuestras luchas e historia. Yo… Yo cada vez tengo más dudas al respecto, la verdad.