Las letras capitales o capitulares son un ornamento textual arcaico. Hace años que están en desuso. Jordi Duró cree que se puede aprender todavía mucho de ellas.
PURPURA CAESAREA
Según el fabricante de tintas y guías de color Pantone, los colores que marcan la tendencia este año son el “Rose Quartz” y el “Serenity Blue”. Así describen sus características y efecto sobre nosotros: “Rose Quartz es un tono persuasivo aunque gentil que transmite compasión y un sentido de mesura. Serenity es ingrávido y aéreo, como la extensión del cielo azul sobre nosotros, trayendo sentimientos de alivio y relajación incluso en tiempos turbulentos”.
La industria del Color Forecasting se esfuerza en dar una apariencia de exactitud, precisión y universalidad al significado de los colores, pero sus explicaciones resultan totalmente esotéricas.
Esto se debe a que el significado de los colores es algo cambiante y cultural. La tecnología, las costumbres y la propia historia han ido dotando de significados y valores a cada campo cromático. Ningún color ha significado siempre lo mismo para todo el mundo.
La historia del significado del color es parte de la historia de las rutas de comercio, de las rivalidades entre naciones y de la ostentación entre poderosos. Colores difíciles de elaborar, como el púrpura usado para teñir tejidos, se iban encareciendo al pasar de mano en mano hasta ser más preciados que el oro. Este pigmento obtenido de la trituración de caracoles marinos se convertía en un símbolo de status y poder. Hasta el punto que los césares crearon la ‘officinae purpurariae’ para controlar su fabricación y garantizar la exclusividad de su uso.
Esta jerarquización, con el azul de la ropa y los tatuajes de los bárbaros en el nivel más bajo, se mantiene y se organiza en Europa. Lorenzo Valla en 1430 ya protestaba ante un sistema de color basado en jerarquías sociales –resultado del uso de los colores en heráldica, que les otorgaba prestigio–, subrayando diferencias y distinguiendo a los privilegiados. “Introducir una ley sobre la nobleza de los colores es una cosa muy tonta”. Los colores en sí están vacíos de significado y son las convenciones culturales las que se lo otorgan.
Desde el tratado Sobre el color, atribuido a Aristóteles, se han escrito multitud de textos y manuales sobre los colores y su elaboración. Los comentarios de Nietzche sobre este texto señalan la ausencia de los verdes y azules en el mundo griego. Apunta también la problemática que se deriva de esta ausencia: “Cada pensador pinta el mundo con menos colores de los que realmente hay y es ciego a los que realmente están ahí”, ya que “debido a esta aproximación y simplificación introduce las harmonías de los colores en las cosas”. Es decir, atribuimos valores de las cosas a los colores.
Reconocer los colores y ponerles nombre es algo que también ha evolucionado a lo largo de la historia. Por ejemplo, el nombre naranja (del sánscrito “naranga”) aparece en las lenguas a medida que aparece la propia fruta. El color, aunque ya fuera conocido y usado previamente en esas culturas, no tenia entidad propia y se consideraba un tono de otro. De ahí el interés de inventar nombres para sustituir a los tradicionales números de las guías de color.
Goethe propone en Farbenlehre una teoría para explicar objetividad y subjetividad: recomienda el verde en el interiorismo doméstico: “el observador no tiene la voluntad o el poder de imaginar un estado mas allá de él. De ahí que el color verde sea el más utilizado para habitaciones donde se hace vida habitualmente”. Pero esta teoría, según Brusatin, “crea una ciencia predispuesta a hablar de la existencia fantástica del color solo de la manera mas difusa. Hasta que llegue el momento en que el color se pueda separar de las cosas que los transportan y de las animadas conversaciones y sentimientos que lo definen”.
Así, las explicaciones del significado de los colores/tendencia por parte de la industria del Color Forecasting son parte de la tradición romántica. Enlazan con los tratados del renacimiento en que se buscaban mensajes ocultos en los colores de la vestimenta de la amada. Y, como en esos tratados, se produce una profecía autocumplida. Los lectores de esos tratados empezaban a utilizar esos colores y acababan dándoles el significado que describía el libro. Se convertían en convenciones. En el caso de Pantone, la maquinaria industrial que necesita urgentemente saber en qué colores preparar sus próximas colecciones acaba adoptando los colores predichos. Será la sociedad la que se ocupe de mantener o cambiar su significado.