Cuando Snapchat se creó, permitía mandar videos o fotos que desaparecían tras ser visionados, por lo que una de sus grandes bazas era la privacidad. Tampoco es posible saber los seguidores que cada usuario tiene. Se elimina así esa jerarquía social que sí tiene, por ejemplo, Twitter, donde las “clases” están perfectamente delimitadas. Aquí todo el mundo tiene derecho a sus segundos de fama. La red social amarilla se ajustaba a la perfección a las características estilísticas de la obra y del propio espíritu de Warhol.
El carácter efímero de Snapchat me obligó a buscar la manera de recrear esa destrucción que conlleva todo lo que se publica en ella. Entonces se me ocurrió que la mejor forma de recrear el valor efímero de Snapchat era funcionar con GIFs, otorgarle a la imagen un tiempo de visionado de diez segundos y después convertirla en una capa negra de duración aún más prolongada. También pensé en ponerle fecha de caducidad al texto (pero, xd).
Los snaps que he imaginado para Andy Warhol están llenos de emojis y de pegatinas, colores pop y las frases que el mismo pronunció durante su vida. Reproducir otra vez sus imágenes como el mismo hizo con los retratos de tantos artistas y farándula hollywoodiense, pintarle la cara, insertarle sus míticas frases y el factor igualador me ha hecho sentirme un poco él, salvando las distancias.
El carácter lúdico de la obra pop, incluso de lo que aquí recreo, no niega en absoluto el compromiso social y de lectura histórica. Pues la obra de Andy Warhol funciona a modo de termómetro, no solo para los movimientos sociales que se vivieron, sino también para los que tuvieron lugar en el mundo del Arte.
Snapchat marca los tiempos ahora mismo, el reto de empresas, políticos y personalidades, es adaptarse al lenguaje de la aplicación. Ahora mismo, Snapchat funciona a modo de consolidación de la marca, pero los profesionales del marketing ya trabajan por ver cómo puede rentabilizarlo económicamente.
Andy Warhol se camufla tras sus máscaras a veces frívolas. Yo misma lo he velado y he escondido eso que se vislumbra casi siempre en su obra: a un Warhol preocupado por los asuntos sociales, por la exclusión y sus formas de paliarla, por el desempleo, los sin techo y desde luego la inmigración. Temas de tremenda actualidad.
De Warhol casi todo el mundo se queda siempre con la frase famosa, y parafraseo: “en el futuro todo el mundo va a tener derecho a sus quince minutos de fama”. Ya ni eso. Un tweet ingenioso, un vídeo en Vine, una foto en Instagram… lo que todo el mundo parece olvidar (yo misma incluida) es el tremendo trabajo que hay detrás.
Al haber estado estas semanas en contacto con su obra, he podido comprobar cómo se “trabajó” Warhol, la fama. Al final, lo que se atisba en la obra del artista es que no es tanto trabajar para hacerse famoso, sino hacerse famoso por todo el trabajo que se ha hecho. O lo que es lo mismo, Warhol es todo lo contrario a los “famosos de cuarto de hora” que, por cierto, tanto abundan hoy en día en televisión, twitstars, personas de influencia…VIPS. Quizá Warhol, a su modo un personaje moralizante, encarna como nadie ese planteamiento: la fama fruto del trabajo y no el trabajo para alcanzar la fama.
Snapchat, además, tiene algo que me aterra pero que es muy contemporáneo: una pulsión de muerte tremenda (algo también muy presente en la obra de Warhol). La muerte de la imagen creada en el 2.0 pone de manifiesto lo efímero del mundo en el que pasamos tanto tiempo, el digital. Lo que ayer existió hoy ya no existe. Mi propia experiencia con Snapchat ha sido así. El primer día que cree el perfil FuckYeahWarhol guardé todo los snaps en mi biografía. Ilusa de mí, veinticuatro horas más tarde cuando quise revisar mi biografía digital como Andy Warhol, no había nada de mí. La fragilidad de lo digital emerge con más fuerza que nunca en una red social que no quiere recordar más de un día quién eres, qué has hecho, con quién has interactuado. Snapchat, la red social desmemoriada. Snapchat, me acojonas. Larga vida a Snapchat.