Para las mujeres del cine contemporáneo lo importante ya no es (solo) amar. La progresiva normalización de los roles femeninos propicia que las protagonistas se definan cada vez más independientemente de su relación con un hombre, marido, amante, hermano, padre o hijo. Damos la bienvenida, todavía tímida, a las mujeres de acción, aventureras, superheroínas, detectives, líderes de revueltas, rebeldes, guerreras… A las profesionales que se entregan a su trabajo hasta el punto de descuidar su vida privada. A las amigas que comparten vivencias juntas sin estar pendientes de que las mire ningún hombre. También a las humoristas que han introducido la perspectiva feminista en la comedia… ¿Ya no hay espacio, por tanto, en el cine actual para una mujer que ama por encima de todo incluso, sobre todo, si no es correspondida?
La literatura moderna nace, en parte, a partir de los respectivos adulterios de tres personajes femeninos. Sus historias no resultan a primera vista demasiado gloriosas. Emma Bovary es poco más que una pequeñaburguesa con ínfulas que se refugia en una ilusión romántica para huir del aburrido panorama de su vida matrimonial en provincias. Anna Karenina se enamora de un joven sin demasiada sustancia para acabar, como Emma, quitándose la vida. Nora Helmer, la protagonista de Casa de muñecas de Ibsen, lleva a cabo el gesto más simbólico de todas ellas al abandonar marido e hijos sin que medie otro hombre, harta de ser tratada como un ser humano de segunda. Pero en los tres casos su huida de un matrimonio convencional para abrazar una (posible) pasión más peregrina entraña una forma de rebelión contra las convenciones sociales, contra su propio medio y contra el papel que tenían asignado como mujeres. No existe equivalente masculino a los amores fatales de estas mujeres. Para Werther el amor no correspondido no supuso en ningún momento un desafío o una condena a la marginación…
Love will tear us apart (again)
En un escena de Breve encuentro, la voz en off de Laura, la protagonista que encarna Celia Johnson, confiesa en silencio a su marido: “Me he enamorado. Soy una mujer corriente. No sabía que algo tan violento le podía suceder a la gente corriente”. (“I’ve fallen in love. I’m an ordinary woman. I didn’t think such violent things could happen to ordinary people”). El pensamiento de Celia resume la condición extraordinaria del amor, tal y como lo entendían románticos y surrealistas, en la vida cotidiana del grueso de los mortales.
Cuando los escritores románticos se atribuían la capacidad de morir por amor y los surrealistas abogaban desde la ficción por lanzarse al abismo del amour fou, aspiraban al mismo tiempo a una gloria intelectual eterna. Las mujeres que aman demasiado lo suelen hacer sin un colchón teórico que amortigüe su salto al vacío. Desde el feminismo se ha llevado a cabo una necesaria revisión de la idea del romanticismo entendido como un corsé que limita y condiciona las aspiraciones de la mujer y, desde la ficción, funciona como bálsamo opiáceo para calmar sus frustraciones. Pero el amor también puede entenderse como forma de rebelión contra un orden social que jamás le ha puesto las cosas fáciles a nuestras congéneres. Vamos pues a reivindicar a aquellas mujeres que en el cine no han temido amar más allá de lo que dictan las convenciones, convirtiendo su actitud en una forma de reafirmación individual que muchas veces las condena a la soledad o al ostracismo.