ME PIRO.
NARRACIÓN EPISTOLAR AUTOBIOGRÁFICA FICCIONADA.

Capítulo 1:
Sobre Twentysix Gasoline Stations.

por
Maite Muñoz

Me piro. Narración epistolar autobiográfica ficcionada. – O Productora Audiovisual

Hace unas semanas, publicamos este perfil-entrevista de Rafa Montilla sobre Maite Muñoz. Como nos quedamos con ganas de más Maite, al final de la charla decidimos plantearle que colaborara con nosotros de alguna manera, la que ella quisiera, aprovechando que se estaba mudando a Los Angeles.

Ella nos contestó con una propuesta semiepistolar: una serie de “artículos”, por llamarlo de alguna manera, que integraban su experiencia en el archivo del MACBA pasada y sus descubrimientos artísticos presentes dentro de un formato (flexible, cambiante) de carta que nos haría llegar desde L.A.



Me piro. Narración epistolar autobiográfica ficcionada. – O Productora Audiovisual
Me piro. Narración epistolar autobiográfica ficcionada. – O Productora Audiovisual

Este es el primer mail
que recibimos desde allí:

De: Maite Muñoz
Para: Joan

¡Hola Joan!

Me piré. Ya estoy instalada en L.A. y desde que he llegado no paro de pensar en Twentysix Gasoline Stations, el libro que Ed Ruscha publicó en 1963. ¿Lo conoces? Fue el primero de los aproximadamente sesenta libros autoeditatos que ha publicado hasta la fecha, durante más de cincuenta años. Un libro que me obsesiona por iniciar un nuevo paradigma artístico, el del libro que es obra de arte, modesta en formato y maravillosa en alcance, que se deja seducir por el espíritu pop siendo al mismo tiempo un referente del arte conceptual. Desde que me instalé aquí me siento un poco perdida y creo que trato de establecer vínculos entre cosas que adoro y este fascinante y hostil nuevo entorno.

El libro es sencillo en su premisa, Ed Ruscha viaja desde su casa en Los Angeles hasta la casa de sus padres en Oklahoma y va fotografiando con su cámara de medio formato gasolineras que encuentra por el camino. Según Google Maps, un trayecto de 1.328 millas. El libro, que aprovecha las cualidades secuenciales de su estructura, eminentemente narrativa y temporal, para desplegar las fotografías en blanco y negro de veintiséis gasolineras, acompañada cada una de ellas por un pie de foto que indica el nombre y la ubicación de la gasolinera con voluntad topográfica. Tanto las fotografías como el texto que las acompaña mantienen un estilo documental desapasionado, pretendidamente carente de estilismo en un intento, al menos aparente, de ser neutral. Tanto el punto de vista de las fotografías como el planteamiento gráfico del libro hace intuir que las gasolineras han sido encontradas al azar, que han sido hallazgos en el proceso de conducir. El libro me hace pensar en una road movie, ya que establece una relación del fotografiar con el conducir. Conducir, algo que yo, ciclista urbana habitual y sin carnet, vinculo a Los Angeles. Una ciudad que es inevitablemente experimentada desde el coche, como estoy empezando a aprender. Ruscha siempre ha dicho que las fotografías en su caso no eran un fin en sí mismo, sino un medio para llegar al libro, a la manifestación de un proyecto. No entraré a valorar las cualidades fotográficas del libro, que son indudables y complejas, ni me atreveré a entrar en el debate sobre los límites del fotolibro y el libro de artista.

Es uno de los primeros libros que me encontré cuando empecé a interesarme por el mundo de las publicaciones de artista. En todos los textos de referencia lo citan como el inicio de una nueva concepción de la obra de arte en formato libro, que se aleja de la manufactura del libro de artista en edición limitada para convertirse en una obra seriada, económica, con voluntad de democratizar el arte, en la que la relación con el espectador/usuario es íntima y directa y en la que el dispositivo insitucionalizador museo/galería pierde sentido. Coger el libro entre las manos, pasar las páginas, olerlo, notar su peso y llevártelo a casa para acercarte a él en cualquier momento. Me flipa. Pero también me fascinan las anécdotas que lo rodean. Ed Ruscha hizo una primera tirada de cuatrocientas copias y, tal y como dicta la tradición editorial norteamericana, llevó un ejemplar a la Library of Congress para que formase parte de sus fondos. En esta biblioteca, adalid de la biblioteconomía, lo miraron con extrañeza, sin saber cómo interpretarlo, sin saber cómo clasificarlo y lo rechazaron. Parece ser que el libro fue una de esas manifestaciones que producen incomprensión y fascinación al mismo tiempo. Muchos artistas jóvenes de la época pusieron sus ojos sobre él y se convirtió en un referente absoluto del concepto contemporáneo de libro de artista. La tirada de cuatrocientos ejemplares se agotó y la primera edición, que en origen se vendía por unos tres dólares, está valorada actualmente en el mercado artístico por unos treinta mil dólares, y forma parte actualmente de algunas de las colecciones institucionales y particulares más importantes del mundo del arte. Paradójico cuanto menos.

Del libro se han hecho nuevas ediciones. Las tres primeras las hizo el propio Ruscha en un intento de romper con la especulación del mercado contra la que el propio concepto de publicación de artista se manifiesta. También hay montones de citas, homenajes y versiones de este y de otros de los libros de Ruscha. La mayoría mantienen una estructura similar: portada blanca, letras de color distribuidas en tres líneas, secuencias de fotografías en blanco y negro, algunas a doble página, otras en una única página, acompañadas de breve información. Libros identificables, ejemplares y, en consecuencia, muy fáciles de fakear. Hace un tiempo estuve hojeando unos cuantos de los que forman parte de la colección de publicaciones del Archivo del MACBA. Te adjunto la foto que hice. Tres libros de Ruscha, otros cuatro que no lo son. Mi favorito es Various Small Dicks, de Hubert Kretschmer, en alusión a Various Small Fires de Ruscha, por disparatado y divertido. Siempre he pensando que algún día me gustaría emprender la inútil tarea (en el mejor sentido del término inútil) de buscar todos los libros que hacen parodia/homenaje/alusión directa al libro de las gasolineras de Ruscha.

Como te comentaba al principio del mail, desde que he llegado aquí pienso constantemente en este libro. Estoy intentando localizar la primera gasolinera que aparece fotografiada con la intención de peregrinar hasta ella en un extraño acto de fe. El pie de foto reza “Bob’s Service. Los Angeles, California”. Tengo algunas pistas. Si hay suerte y consigo que alguien me lleve en coche (recuerda, no sé conducir y acabo de mudarme a Los Angeles), iré a investigar un poco más. Ayer estuve leyendo Ed Ruscha and Some Los Angeles Apartments, un libro que me regalaron en mi cumpleaños. No había tenido tiempo de mirarlo con calma y ahora me parecía más que oportuno hacerlo. Descubrí que hace un par de años el Getty Research Institute, situado en L.A., compró el Street of Los Angeles Archive de Ed Ruscha, formado por negativos, fotografías y documentos relacionados con los proyectos alrededor de la ciudad de Los Angeles que Ruscha hizo entre 1965 y 2010 en actos que parecen estar a medio camino entre la representación de la superficialidad y la fascinación por la belleza de los elementos funcionales de la ciudad. Voy a pedir cita al Getty para ir a consultarlo. Estoy emocionada. Ya te explicaré.

Un fuerte abrazo
m_m

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De: Joan Pons
Para: Maite

Mil gracias, Maite.
Creo que lo vamos a publicar así, tal cual, sin editar.

Se me ocurre que, si queremos replicar-homenajear el tipo de correspondencia que solías manejar en el archivo del MACBA, creo que podría estar bien que el próximo mail que nos enviaras fuera… ¡manuscrito! (aunque yo ya ni me acuerdo de la última vez que escribí a mano… ¡a saber qué pinta tiene ahora mi caligrafía, ya de por sí bastante peculiar!). ¿Cómo lo ves? Si nos mandas carta la escaneamos, o nos la escaneas tú. Veremos…
Ya me dices.
Otro fuerte abrazo

PD: ¡Ya tengo ganas de leer el próximo artículo-carta!

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Maite Muñoz