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La Reina
de Inglaterra
toma colágeno
Por Glòria Bonet
Por Glòria Bonet
Hay instituciones que se mantienen erguidas gracias a la estructura que las sustenta. Portentos de una ingeniería sutil, como un puente de alambres o las repúblicas parlamentarias más antiguas. Otras, en cambio, se deben al relleno que las habita, como si fueran un enorme osito de peluche embutido en su pijama de pieles pero sin nada de esqueleto. La casa real inglesa es de la segunda categoría. No son las paredes lo que la defienden de viento y marea, sino sus inquilinos.
La fortaleza de la monarquía se nutre de las agallas de personajes como Enrique VIII, la reina Victoria de Inglaterra o la contemporánea Isabel II. El primero por desafiar al Papa creando su propia Iglesia, la que le permitiría segundas nupcias. Victoria por dar nombre a un estilo estético y moral que colonizó el mundo durante su reinado récord de sesenta y tres años. E Isabel II no porque acabe de superar en longevidad en el cargo a su tatarabuela Victoria, sino por ser genio y figura.
Apunta, William (sí, tú, el del disfraz de Príncipe Valiente sin la peluca): Colágeno marino del bueno para esa mano que saluda en un movimiento giratorio constante. Y para esas rodillas nonagenarias que aguantan horas de plantón sin bajar la guardia ni para dedicarle una carantoña al nene.
Para la reina, que nadie definiría como una sentimental, el signo de ternura paterna del heredero al trono ante las cámaras es una flaqueza más imperdonable que ser ridiculizado en público por una anciana mandamás vestida de rana Gustavo. La cara de botarate que se le queda al “daddy cool” tras la reprimenda no tiene precio.
Isabel II sabe que el monarca se debe antes a sus súbditos que a los hijos. Por eso la descendencia le ha salido como le ha salido. Pero también por esta razón resiste en el trono tras sesenta y cuatro años. Porque por muy cercano, sensible y popular que parezca un príncipe, el pueblo no necesita un rey de carne y hueso, sino un símbolo henchido que se contemple con distancia. Ataviado como héroes de Disney. O como ranas Gustavo.
PS: ¿Brexit? Europa es una cucamona. Lo importante siempre será el protocolo como zona de confort para los súbditos.