Wes Anderson es un autor de películas Pinterest. Déborah García somete su cine al tratamiento Artistas 2.0.
EL GIF
COMO ARTE:
BILL
DOMONKOS
“I experiment by combining, altering, editing and reassembling using digital technology, special effects and animation to create a new kind of experience. I am interested in the poetics of time and space—to renew and transform materials, experiences and ideas. The extraordinary thing about cinema is its ability to suggest the ineffable—it is this elusive, dreamlike quality that informs my work.”
POR
DÉBORAH GARCÍA
Hace un tiempo se hizo viral en internet un GIF en el que aparecía un guardia en un museo en el que las paredes estaban llenas de GIFs que se movían. Gracias a Bill Domonkos, ese GIF que parecía fantasear con una suerte de museo de lo digital ya es real. Su trabajo consiste en trabajar sobre imágenes de archivo y animarlas usando tecnología digital. Domonkos, al igual que otros artistas digitales, parece culminar un camino que se inició en los sesenta y que merece la pena revisar. Hoy que tendemos a funcionar y a relacionarnos con memes, que flipamos haciendo GIFs (yo misma sigo bajándome cuadros para tunearlos y meterles emojis) olvidamos que esto es resultado de un proceso de mediados del siglo XX.
Fue Michael A. Noll quién creó las primeras imágenes con fines artísticos en 1963. Pero antes Joseph Beuys, con su concepto de arte ampliado, había vaticinado que cualquiera podría ser un artista, porque cualquiera tiene capacidades creativas. Y no solo Beuys: también el puñetero Duchamp con sus ready-made, el futurismo con sus valores asociados a la vida urbana e industrial o el dadaísmo con su ironía y provocación borrando los límites entre arte y vida. Y también el constructivismo que une tecnología y sociedad, el pop art, e incluso el activismo del grupo Fluxus. Todo esto culminó en 1968 en la primera exposición de arte electrónico, que incluía experimentos robóticos gráficos y de sonido. Aquellas obras se inclinaban hacia la mecánica, pero lo más significativo es que en todas ellas existía una intención estética. Revisando aquellas piezas y aunque se percibe esa intencionalidad “artística”, tal y como dice Frank Popper, existen pocas muestras anteriores a los años ochenta dignas de ser mencionadas.
El arte digital empieza a florecer cuando los ordenadores se multiplican en las casas, se populariza su uso y, cómo no, las imágenes empiezan a formar parte del lenguaje digital después de ser escaneadas. Ese arte digital que conocemos hoy, comienza cuando se empieza a practicar el arte de la apropiación. La tecnología avanza hacia el arte interactivo que requiere la participación del espectador para completarse. En 1995, ya existían en la red cinco mil artistas con páginas web. Se originan plataformas de difusión y exhibición, espacios como Rhizome, Syndicate, o äda web o irational.org. Las primeras mutaciones digitales que sufrió La Gioconda de Leonardo son de esta época y se las debemos a Yval.
También aparecen creaciones de realidad virtual, animaciones e instalaciones audiovisuales como las de Otto Pine o Norman Ballard y Joy Wulke. Se empiezan a diseñar y a desarrollar estas obras concebidas únicamente para vivir en la Red. Aquellos trabajos iban marcando los puntos en los que se sostenía esta nueva práctica: autorreferencialidad, experimentación con y en el medio, creación cooperativa, identidad no lineal y activismo. El trabajo en red de aquellos años socializó el hecho creativo e hizo resurgir el arte de la colaboración. Me viene a la cabeza Andy Deck y su proyecto COLLABYRINTH, una obra de net.art que se basa en la colaboración con los usuarios. Sin ellos el proyecto carece de sentido.
Aquí entronca la figura y el trabajo de Bill Domonkos, que supone una colisión y una recombinación de ideas. La forma en la que se desarrolla su trabajo funciona de manera gradual. Según ha comentado él mismo, la obra surge de forma espontánea, usando materiales encontrados en internet, como imágenes de archivo o fotografías. Su método es experimentar y combinar, alterando editando y remontando, usando para ello, tecnología digital y efectos especiales para crear un nuevo tipo de experiencia. A lo que hace, él lo llama cine,;lo extraordinario del cine es sugerir lo inefable, es esa cualidad onírica y un tanto surreal la que verdaderamente encontramos en sus trabajos. “Creo que hay una sensación de asombro que aparece en alguna de mis obras. La idea es crear un universo alternativo. Quiero transportar al espectador a un mundo totalmente diferente al cotidiano y al que dan por sentado”.
Desde el año 2001, Domonkos ha trabajado en más de treinta pequeñas películas en blanco y negro; todas han llamado la atención de los medios. La película final termina siendo un vídeo HD, de entre uno o dos minutos, pero lo que se imbrica en ellos es formato 35mm, super8 o video. Domonkos parece decantarse por la cultura pop de los años cuarenta y cincuenta, y el surrealismo, generando con sus GIFs que crea desde sus vídeos, un espacio completamente nuevo, en el que lo irreal y lo real combinados parecen totalmente naturales. El trabajo del artista pivota entre lo oscuro y lo lúdico, pero siempre remarcado por un toque siniestro. Bill Domonkos propone un mundo muy inusual, una visión que hace chocar pasado y presente, un espacio al mismo tiempo accesible, pero que opera desde lo subjetivo.
Sus trabajos se encuentran salpicando la red, en Twitter y Tumblr, pero es en , donde encontramos la casi totalidad de su obra. Domonkos, como perfecto artista digital, confiesa no tener problemas con el hecho de que la gente, los usuarios, se apropien de su trabajo y lo muten: “Me apropié de las imágenes de otros, también. Creo que es justo poner todo el trabajo por ahí. Es gracioso, porque desde el principio, cuando estaba haciendo películas, pasé mucho tiempo y energía en el circuito del festival de cine. En última instancia, me pareció muy frustrante, especialmente para un cineasta, especialmente cuando internet estaba entrando en plena floración. Es mucho más fácil ponerlas todas en Vimeo, y llegar a un público más amplio”.
Bill Domonkos cumple todos los requisitos, es el arquetipo de artista digital con el que fantasearon sin saberlo tipos como Beuys o Duchamp. Su trabajo nace en el espacio digital, se transforma en lo digital, y muere en lo digital. Si es que morir en lo digital es posible; quizá habría que hablar de que lo digital no muere: se transforma por capas, cuando se acorta la duración de un GIF, o cuando se recorta y se varía su tamaño, o se cambia la velocidad de la animación. Mientras él se reapropia del trabajo de otros, nosotros alteramos sus piezas, cortamos, mezclamos, generamos un nuevo relato, le damos otra vida. Algo así ha hecho con el basado en Nervous, una historia de Robert Walser que, como todo el trabajo de Domonkos, adquiere una nueva dimensión después de pasar por sus manos.