Bill Plympton es un genio de la animación con tantos gags que se podría hacer un very best en formato GIF. Gerard Casau se postula para seleccionarlos.
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por Gerard Casau
Nunca me entero de nada, que cantaban Los Planetas. No fue hasta que leí, en esta misma página, el artículo de Glòria Bonet sobre la serigrafía, que le puse nombre al autor del retrato tricolor que hizo de Obama un icono: Shepard Fairey, alias Obey. Comprendí entonces que este artista gráfico era también el hombre detrás de la popular línea de ropa de nombre sonoro y autoritario. Y el descubrimiento fue una de esas revelaciones que te cortocircuitan el cerebro y provocan convulsiones en tu cráneo, como le sucede a Bill Pullman en Carretera perdida. Porque, durante bastante tiempo, cuando me cruzaba con alguna persona ataviada con una gorra o una sudadera con la palabra “OBEDECE” escrita en ella, lo que me venía a la cabeza no era la ilusionante estampa del candidato a la Casa Blanca mirando al horizonte (de grandeza), sino una cosa muy distinta: Están vivos, la película de John Carpenter. Llegué a plantearme si acaso mis lentillas no poseerían la misma cualidad que las gafas que el llorado Roddy Piper se prueba en dicho film, y que le permitían ver a grimosos alienígenas bajo la piel de políticos y ciudadanos modelo, así como desencriptar los mensajes de sumisión y conformismo que subyacían en lemas publicitarios. Creía estar viendo la realidad más allá de la realidad, y debía controlar mis impulsos para no abalanzarme cual alucinado sobre la “obediente” muchachada, y advertirles de que estaban siendo víctimas de la dictadura de las marcas. Pero no, simplemente era un espectador (en la parra) de una maniobra de diseño progre. Porque, evidentemente, , y lo que une los conceptos “Hope” y “Obey” no es otra cosa que la ironía, comercializada a precio de oro, y sin garantía de que el consumidor sea partícipe de tan cara y subversiva carcajada. Lo cual, sinceramente, casi me pone más nervioso que la visión del fascismo despellejado, en crudo.
Shepard Fairey, la voz de su amo
Bajo la piel
La sumisión, de moda