Que no te engañen. Cuando alguien hace demasiados aspavientos para venderte algo, es que ese algo no merece ser comprado. Alexandre Serrano informa a partir de un GIF.
¿Humor
instantáneo?
Por Alexandre Serrano
Encuentro este GIF y suelto una carcajada. Tal vez con ese análisis bastaría: una glosa de la inmediatez de toda buena viñeta cómica; de la emergencia irreprimible de esa sensación fisiológica tan grata que expresamos con la risa. Y es que, aunque sea embarazoso admitirlo, la estampa de un tipo con ademán soez sacándole, con perdón, brillo a sus pelotas resulta hilarante.
Sin embargo, enseguida percibo que nunca me hubiera resultado tan graciosa de haber sido así de transparente. Lo divertido es, sobre todo, el producto de un recurso retórico: lo que vemos es una analogía, un gesto que remite a otro. Sin ese juego y ese decir indirecto no habría broma. Es la mediación de la metáfora, ni que sea una tan cafre y primaria como esta, lo que nos induce a reír.
Pero el autor del GIF aun se ha valido de otro mecanismo discursivo más sofisticado. En la composición de su pastiche ha situado al personaje en el lugar de Cristo en un cuadro de La Santa Cena. Y la ocurrencia se nos antoja jocosa porque sabemos que quien frota con frenesí la bocha es también “Jesús”. La sinécdoque entre el personaje de la más desternillante comedia de los Coen y la figura central de la civilización cristiana intensifica la connotación transgresora del conjunto. La idea de que el Hombre que anunciaba su Nuevo Mandamiento fuera un fullero truculento como el que interpreta John Turturro en El gran Lebowski, sacando su inspiración de las partes bajas, tiene una chispa gamberra difícil de resistir.
Cierto es que como cualquier chiste una vez deconstruido este puede que haya perdido un poco su filo. Pero siempre queda un motivo de asombro y alegría: pensar que nuestro cerebro ha procesado esa trama de símbolos e intertextualidades en un par de segundos. Y que con su brutal capacidad de síntesis, el GIF –sí, ese humilde material cultural de derribo- es quien mejor celebra y aprovecha hoy esa facultad nuestra para descifrar mensajes altamente codificados de un fogonazo. O sea, para encontrarlos y soltar una carcajada.