No es difícil imaginar a Macaulay Culkin encaramándose a una figura de Peter Pan y gritando tras la verja del rancho de Neverland, propiedad de su amigo Michael Jackson: “Esta es mi casa y tengo que defenderla”.
El querubín de Hollywood, el Richie Rich que en el cine podía permitirse tener a Claudia Schiffer como profe de aerobic, se convirtió en el mejor amigo del Rey del Pop después de colaborar con él en Black or White.
Durante el juicio a Jacko de 2005, un escalofrío trepó por la espina dorsal de los que seguían el proceso. Fue cuando, después de asegurar que jamás se había sometido a tratamientos de blanqueamiento, Michael Jackson afirmó que a los niños que visitaban su rancho solo les daba “leche templada con galletas”.
Culkin, que reconoció en su día gastar cinco mil dólares al mes en heroína y oxitocina, fue su principal defensor. Desde entonces, su carrera (y aquí no hay visos de ironía) ha deparado una sorpresa audaz tras otra: la peli The Wrong Ferrari, que grabó con el antitrobador-antifolk Adam Green (autor de, por ejemplo, ). Sus iniciativas con el grupo artístico neoyorquino 3MB Art Collective. Sus días compartiendo piso en París con Pete Doherty (“Esta es nuestra casa y tenemos que defenderla”, le debía decir a la poli). Su residencia como dj en el club neoyorquino La Poisson Rouge, donde celebraba sus Macaulay Culkin iPod Nights. Su peli semiautobiográfica Party Monster…
Culkin es un personaje encrucijada, un elemento constelación. El 17 de enero de 2011 se dejó ver en el club barcelonés Nasty Mondays. Pero es que después de su relación con Mila Kunis, se le vio alternando con Miss Orense. Sí, quizás conozcan su nombre de los créditos de alguna peli porno: Irene López.
Sin embargo, entre el largo etcétera destaca verdaderamente la joya de la corona del universo Culkin. Ya en su día, en la saga Solo en casa, el actor dijo: “Señor, bendice estos macarrones con queso calentados al microondas” . Es normal que un cuarto de siglo después formara el combo total: . El secreto de este grupo reside en cambiar la palabra clave de cada temazo de la Velvet Underground por algún término asociado al Mundo Pizza. Así, el camello es sustituido por el dealer de la comida rápida: I’m waiting for the delivery man. Sweet Jane (la referencia a la marihuana) es sustituida por Cheese Days. La lista de hits es incontestable, de un lirismo libre de presunción, de All the pizza parties a Take a bite of the wild sice.
Es más que probable que de los ojos de Andy Warhol brotaran lágrimas de orgullo tras ver cómo se perpetúa su legado en las nuevas generaciones. Se habría emocionado, por ejemplo, con la versión de su Andy Warhol comiendo una hamburguesa (Culkin hizo lo mismo con pizza):
Culkin revisita aquí en clave paródica el mensaje consumista de Warhol, que en sus diarios afirma que lo que realmente le fascina de las marcas yanquis es que ni por todo el oro del mundo podrías tomarte una Coca-Cola mejor hecha. Que la Coca-C ola es igual para todos. Culkin parece decirnos que una porción de pizza es una porción de pizza para él y para un jeque árabe o para Wesley Willis (ver capítulo 2). Una especie de socialismo ultracapitalista ricachón, similar al que defendía Julio Iglesias cuando afirmó en su día: “Todo español debería tener un jet”.