Jordi Costa se despide (temporalmente, no sufráis) de su sección Viñetas robadas con un recorte de El náufrago de A, de Fred. ¿Y?
Viñetas robadas.
Una cucaracha bajo la piel
Por Jordi Costa
Durante mucho tiempo se perpetuó la idea, entre quienes tenían más bien poco conocimiento de causa sobre el particular, de que el manga era, básicamente, un medio de expresión entregado al sexo y a la violencia como si no hubiera un mañana. Hay quien sigue con el prejuicio, obviando la modélica relación que tiene la cultura japonesa con una narrativa dibujada que sabe atender, en su diversidad, a toda sensibilidad, a todo tipo de lector. Pero, sí, hay mangas de sexo y violencia y, lo confieso, a mí me resulta especialmente tranquilizadora la relación que tiene la cultura popular japonesa con la transgresión de tabúes de representación y con el rico imaginario de la perversión sexual. Nunca he estado allí –he sido uno de los que no se enteraron de la promoción turística que ha posibilitado el desplazamiento de tantos españoles este pasado verano– y, por tanto, no me siento con la autoridad de determinar si la sociedad japonesa es una sociedad reprimida o todo lo contrario. Lo que sí tengo claro como lector de mangas y como devoto devorador de toda traducción de los libros de Yasutaka Tsutsui –señores de Atalanta: tengo hambre, ¿para cuándo el próximo?– es que bajo el Sol Naciente pulula mucho autor que se reprime poco y que, por así decirlo, parece llevar su inconsciente por fuera, bien a la vista. Uno de ellos es Junji Ito, de quien nuestro mercado editorial lleva cierto tiempo explotando su talento para el terror desaforado y tremendamente imaginativo.
Esta viñeta pertenece a la historieta Tomio y el jersey rojo de cuello alto, integrado en la antología de relatos breves Fragmentos del mal que ha publicado este año ECC Ediciones. En todas las historietas de terror de Ito hay un punto de partida demencial, pero el espectáculo está en comprobar cómo el autor va retorciendo lo ya de por sí retorcido, incitando antes a un crescendo de deslumbramientos frente la filigrana de sorpresas que al abotargamiento del lector por puro exceso de dislates.
Tomio y el jersey rojo de cuello alto es una pesadilla erotanática protagonizada por un tipo que abandona a su novia tras conocer a una vidente con ojos –y temperamento y, si me apuran, hasta pelo- de mujer fatal. Durante una noche de amor, la vidente se arranca delicadamente un cabello de su larga melena, negra como la noche, y rodea con él el cuello de su amante, abriéndole una herida que, poco a poco, desgajará su cabeza de su cuerpo. Para ayudarle a postergar una inevitable decapitación, la mujer fatal le da al sufrido Tomio un jersey de cuello alto y le recomienda sujetarse la cabeza con las dos manos. He ahí, pues, el punto de partida demencial. La viñeta robada en cuestión ilustra una fase más o menos avanzada en la habilidad de Ito para retorcer lo retorcido de ese planteamiento inicial: en una escena del relato, la vidente malísima visita a su desventurada víctima para torturarla y acelerar su fatal destino. Primero, introduce una carta del tarot –la Muerte- en su herida, pero, por si eso no diese suficiente grima, después prueba con… ¡una cucaracha viva! Habrá quien sienta repulsión frente a lo que muestra la viñeta: yo veo belleza. Bueno, belleza y una excelente composición que relaciona el tenso, sudoroso y sangrante agobio de la víctima con la serena elegancia de su sádica seductora. Y créanme si les digo que esta viñeta no es nada en comparación con las que la siguen: tres planos detalle con el insecto, impulsado por las uñas de la dama, abriéndose paso bajo la piel herida del pobre Tomio. Lo dicho: Junji Ito me transmite mucha confianza. No ha decidido esconder esta imagen en su inconsciente: la ha sacado fuera, para que sepamos que es un buen japonés sin nada que ocultar.