El GIF es el fin del planteamiento-nudo-desenlace. Por eso a Joan Pons ya no le interesa saber cómo acaban las cosas: solo imantarse con el principio.
Diálogo:
Julio Sosa – Rocío Jurado.
“Tía, no llores”
Por Lucía Lijtmaer
Julio Sosa, fumando y sufriendo. ¿Fumiendo? ¿Sufrando?
Mar o montaña. Pasivo o activo. Reformista o revolucionario. La vida está llena de elecciones e identificaciones, como todo en general. En ocasiones, se cree que incluso en la música la elección pasa por moderno o clásico, cuando, si te paras a pensar, eso jamás ha constituido un verdadero dilema. El dilema musical será siempre, como en el amor, el mismo. Tango, copla, mambo o cumbia villera mediante: o sufres o haces sufrir.
Rocío, dominatrix
En esta tarde gris,
Julio Sosa
“Qué ganas de llorar / en esta tarde gris”. Adivinen. Sí, aquí se sufre cacho. Aquí, Julio Sosa recuerda un amor perdido que le decía “ven, que si no vienes hoy no puede más el alma mía” y el muy mameluco nos lo cuenta, eso sí, con culpa. Un poco de culpa de bar de carajillo, entendámonos. Un poco en plan “la traigo loquita, chavales”. Y sigue relatando –a través de su voz travestida, si lo que les va es el análisis queer– cómo ella le suplicaba: “Estoy cansada de llorarte, sufrir y esperarte / Y hablar siempre a solas / con mi corazón”. Última conexión de WhatsApp: hoy, 4:45 am.
Que ganas de llorar
en esta tarde gris,
en su repiquetear
la lluvia habla de ti.
Remordimiento de saber
que, por mi culpa, nunca,
vida, nunca te veré.
Mis ojos al cerrar
te ven igual que ayer,
temblando al implorar
de nuevo mi querer.
Y hoy es tu voz que vuelve a mi,
en esta tarde gris.
“Ve,” triste me decías,
“que en esta soledad
no puede más el alma mía…
Ven, y apiádate de mi dolor,
que estoy cansada de llorar,
de sufrir y esperar
y de hablar siempre a solas
con mi corazón.
Ven, que te quiero tanto
que si no vienes hoy
voy a quedar ahogada en llanto…
No, no puede ser que siga aíi,
con este amor clavado en mi
como una maldición.”
No supe comprender
tu desesperación
y alegre me aleje
en alas de otro amor.
Que solo y triste me encontré
cuando me vi tan lejos
y mi engaño comprobé.
Mis ojos al cerrar
te ven igual que ayer
temblando al implorar
de nuevo mi querer,
y hoy es tu voz que sangra en mi
en esta tarde gris
A que no te vas,
Rocío Jurado
O cómo tener la sartén por el mango. La Jurado nos ha cantado de todo. Famosamente, que no siente nada haciéndolo contigo, y tal. En su versión más desesperada, para fans del desgarro, gritaba . Pero no. Aquí no. Esto es la venganza del “ven” anterior. Esto es lo que pasa cuando finalmente vienes y te encuentras a la Jurado-dominatrix vestida de lamé amarillo: “a que sigues como un perro aquí a mi lado, hasta que yo diga ¡ya!”. A sus órdenes, ídola. Es más, mejor te quedas ahí, quietecito, “a pesar de lo que sabes que yo hago, a que no te vas”. Nunca ha habido laguna literaria de deseos más oscuros y lascivos: “lo que sabes que yo hago”. Guau. Dale la patita. Sit.
A que no, a que no te vas.
A que no te atreves a marcharte para siempre,
como juras que lo harás.
A que no te vas,
a que sigues aguantando aquí a mi lado,
lo que tengas que aguantar.
A que no te atreves ni siquiera a abrir la puerta,
por si yo no te reclamo,
y te tienes que marchar…
A que no te vas,
a que no te vas,
a que no te vas,
a que no te vas,
a que no te vas…
A que no te vas,
A pesar de lo que sabes que yo hago,
a que no te vas.
Porque en realidad,
tú prefieres estas cartas que te he dado
a quedarte sin jugar.
A que se te olvida en un momento lo que dices,
y me besas como un loco,
y me vuelves a besar…
A que no te vas,
a que no te vas,
a que no te vas,
a que no te vas,
a que no te vas…
A que no te vas,
a que sigues como un perro aquí a mi lado,
hasta que yo diga ¡ya!
A que no te vas,
porque vives por mi amor obsesionado,
y no puedes renunciar.
Y aunque siga siendo como ahora y siempre he sido,
como tú me has conocido,
porque no quiero cambiar…
A que no te vas,
a que no te vas,
a que no te vas,
a que no te vas…
a que no… a que no te vas…