Cthulhu es pop. El monstruo de H.P Lovecraft que representa el horror cósmico ahora en versión GIF, emoji, etc… Alexandre Serrano no sale de su asombro.
Tengo algo
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Mejor ¿verdad? Agradézcanselo a la imagen animada, ese General Invierno para las dignidades ofendidas, la batería Katiusha que apunta a lloricas y envarados de todo pelaje. En entornos como los virtuales, que a menudo empujan a la compresión de los mensajes y con ello a la ambigüedad, ha sido una gran solución surgida de la inteligencia colectiva para incorporar la inmediatez y precisión del gesto no verbal. Y el de poder despachar a compás de botifarra, y con generosa variedad de matices y tonos, tanto doctrinarismo y amaneramiento como uno encuentra en los debates online nos rinde servicios impagables.
El bras d’honneur, como lo llaman con retranca los franceses, cuenta además con una venerable tradición. Los antiguos griegos y romanos practicaban ya con entusiasmo este arte de mandar a tomar viento por la vía expeditiva; lo que demuestra que nuestro repertorio simbólico no ha variado tanto con el paso de los siglos. Como es natural, los GIFs disponibles con este ademán liberador no reculan tanto, pero algunos sí nos retrotraen a momentos vibrantes y hasta heroicos del pasado reciente. Ahí está la rabiosa dedicatoria que Giovanni ofreció a la grada del Bernabéu (el aparte hilarante es que, arrepentido tras el partido, aseguró que en Brasil no se trataba de un gesto despectivo…solo para que desde las filas blancas otro brasileño le replicara que la banana era allí tan o más ofensiva que aquí) o bien el corte de mangas con el que el pertiguista polaco Kozakiewicz vengó los abucheos recibidos en los Juegos Olímpicos de 1980. ¿El público es soberano? ¿Le gusta silbar? ¡Toma media ración de brazo!
La condición, claro está, es acertar a colocarlo en el momento y lugar preciso. En el discurso, como en la vida, la oportunidad y la pertinencia son decisivas. Y lo mismo que un aplauso a destiempo o una salida de tono injustificada, un GIF mal puesto provoca más embarazo que otra cosa. Pero cuando se elige con tino, lo justifica la secuencia, se clava el tempo y se articula grácilmente con el texto se convierte en una figura retórica tan lúcida y persuasiva como la que más. Un arte con el que apenas hemos empezado a experimentar, pero en el que a la vez disponemos ya de valiosos referentes.
Como el de enseñar el dedo índice con la mejor de nuestras sonrisas a quien lo reclama con insistencia.