De la gente a la que le gusta disfrazarse hay mucho que decir: suelen ser los mismos que disfrutan con días lluviosos y con el medievalismo. Hace un par de meses, Claire Boucher filtró un visual álbum junto a su colega HANA titulado The AC!D Reign Chronicles que pasó desapercibido entre la crítica especializada y es ahora, rait now, que la listomanía y los podiums anuales se ciernen sobre nuestros scrolls, cuando necesito clamar justicia por esta obra.
La jauría de periodistas tras Lemonade, la #thinkpiece #game-changing de Beyoncé, ya habrá olvidado el formato a estas alturas del año y Grimes, por lo general, suele encasillarse en términos de una artista pop algo extravagante con un gran mundo interior : ) No vale con pronunciarse feminista unos cuantos años antes de que el mercado y la industria pop musical fagocitara y convirtiese en etiqueta random todo #feminismo. No ha servido de mucho que en cada vídeo dirigido o codirigido por ella misma desde Oblivion mostrase imágenes de emancipación frente a una hipermasculinidad decadente. Quizá a continuación, atendiendo a las formas de producción DIY disfrazadas de barroquismo y esforzándonos en el plano, podías encontrarle como yo, más sustancia que al propio Lemonade.
Los cuarenta minutos de vídeo son para mí un posible remake de la amistad post-mortem entre Mina Murray y Lucy Westenra, protagonistas victorianas del Drácula de Bram Stoker. Hay pocos referentes terrenales o arquetipos femeninos que puedan molar más. El vídeo se filtró acompañado de un manifiesto vanguardista en rosa chicle escrito en la aplicación Notas de un Mac, donde se comenta que todo ha sido llevado a cabo sin maquillaje, vestuario, cámaras o guion, rodado tan solo con móviles durante la gira europea de Claire en un período de dos semanas. Si alguna vez os habéis preguntado qué vibra llevaría la Tess de Polanski o las mujeres de Picnic en Hanging Rock de Peter Weir filmadas y reactualizadas por una mujer, este es vuestro visual album.
Mientras las actuales divas del pop tienden a entronizar sus posaderas en iglesias barrocas (Lana del Rey), templos orientalizados (Katy Perry, FKA twigs) y fundirse con la tradición de reinas y diosas pasadas (Beyoncé), Grimes siempre ha optado por transitar el lado onírico en forma de ángel, guerrera o, en esta ocasión, fantasma que recorre Europa en gafas de sol sobre la tumba de Goethe.
Los primeros minutos del vídeo nos hacen confundir un Frankfurt neoclásico con las ruinas romanas del Foro y el Coliseo. Del victorianismo al renacimiento pasando por el neoclasicismo y tiro porque a Claire le toca, sin respetar cronología o estilo ninguno. Si Ruskin levantara cabeza, quizá vendría a defender los planos utópicos de Claire Boucher tanto como las pinturas prerrafaelitas: HANA, durante el fragmento de Underwater, encarna sin miedo a una criatura mitad Ofelia de Millais, mitad Perséfone de Rosetti. Los contraplanos de estas crónicas por el contrario, no se recrean en los rostros meditabundos de nuestras protagonistas. Son mujeres postadolescentes, pero han dejado de ser objetos de deseo incomprendidos. Y, aunque la asociación metafórica mujer-cisne aparece al comienzo del film, no hay recuerdos de un pasado poetizado, no hay enamoramientos por medio. Lo fantástico no limita con la línea argumental, sino que se extiende al montaje en el uso de cámaras lentas, veloces panorámicas o contrapicados.
Aparecen en mi mente las imágenes del videoclip de Lorena McKennit. Ya en 1994, se negaba el plano fijo para aludir alegóricamente al prerrafaelismo. Mckennit, como antecesora, debe amar toda esta vaina compositiva donde el pelazo de nuestras protagonistas aparece como marca textual paródica, muy lejos de fetichizar su erotismo y abundancia; forma parte de la mascarada.
Claire aparece como princesa medieval poseída por una coreografía mejorada de Kate Bush en algún castillo inglés, ametrallando con paraguas transparente a posibles príncipes azules. Su pulso jamás intenta esquivar viandantes, turistas o coches en la recreación onírica de la pieza. Esta grabación de guerrilla no hace más que recrear un estado de movimiento incorruptible en sensaciones efímeras, huellas de una memoria artística putrefacta. HANA, por su parte, en las siguientes apariciones, camina virginal con abrigo sintético de leopardo entre las filas de casas adosadas con patéticos jardines delanteros, asoladas por el paro y la arquitectura tatcherista, como si Geordie Shore fuera guionizado por Poe.
Esta naturaleza en la que aparecen inmersas podría tratar de desmitificar una mirada masculina que ha construido a la mujer sublimada en el hermetismo, indefensa frente a unas fuerzas naturales siniestras e inconmensurables, acobardada allí en su reducto de intimidad. A lo largo de todo el fragmento no aparece presencia masculina alguna más allá de las estatuas marmóreas que son observadas sin remisión simbólica en su desnudez.
Que el videoclip de Grimes es un canto millenial al futuro ya nos lo proclamaba Marinetti cuando pronunció que una estatua griega no era más bella que un coche o un avión. Claire contrapone a continuación las imágenes precisas de estatuaria neoclásica con bailarinas contorsionándose en la pista de despegue de lo que parece un aeropuerto londinense. Este no es el viaje o la crónica iniciática a la que estamos acostumbradas en las referencias del videoclip contemporáneo. En este fragmento poético, la mujer no avanza, no cae, no aprende lección alguna por el camino, no descubre su sexualidad, no se potencian los matices sensuales del discurso, no es una heroína ni una diosa. La mujer de Grimes avanza, dispara, baila, rema, sonríe y siempre logra escapar.
El último clip de nuestro visual álbum abandona la mitología romanticista para remontarse a un paisaje ancestral: una montaña de verde apabullante en el que distintas mujeres vestidas de rojo “bailan como ángeles”. Para mí, este jardín de las hespérides de Burne-Jones es donde Claire consigue cercar un capítulo fílmico heredero del neorrealismo italiano y el ciberpunk. Grimes filma, baila y se disfraza en la cuneta o el costado de la historia, que es por otra parte un lugar siempre fértil desde donde narrar.
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