Nueva carta sin esperar respuesta de Rubén Lardín a alguno de sus ídolos: John Waters. De bigotitos, helados, bibliotecas y batines.
FALSOS AMIGOS
1. JEAN-LUC GODARD
POR RUBÉN LARDÍN
Un falso amigo es una traición del vocabulario. Escribir cartas abiertas a desconocidos puede llegar a ser una imprudencia.
En esta sección, Rubén Lardín lanza todas las semanas una misiva no deseada al proceloso mar electrodinámico.
¡Jean-Luc! Pensaba empezar con Michel Piccoli pero descubro que para él no tengo palabras; su trayectoria me abruma, lo considero el mejor actor del mundo y lo intuyo una de las mejores personas que lo habitan. Eso, al menos, es lo que me transmite. A Piccoli lo pienso dulcemente cansado y tú en cambio estás hecho un chaval, siempre lo has sido o siempre lo has pretendido, tanto en el júbilo y en la curiosidad como en los berrinches. Es por eso que me permito tutearte aunque tampoco sé muy bien qué voy a decirte. ¿Tú sabes lo que son las peras de conferencia, Jean-Luc? Vengo ahora de la frutería pensando que mientras existan esos términos no vamos a poder desembarazarnos del lenguaje, esa contienda que tú has mantenido contigo mismo a lo largo de tantos años. Nunca, no es posible.
Tengo que confesar que conozco tu filmografía solo parcialmente, no he visto todas tus películas porque he preferido ver varias veces algunas de ellas. ¿Tú crees que alguien sin parentesco habrá visto todas tus películas? La última vez que acudí al estreno de una, y el título no lo recuerdo, me salí a la mitad. Me soliviantó el galimatías político en obra vista. Tienes que reconocer que, a veces, en tu empeño de hacerte entender, te has embrollado un poco, se te ha oído pensar. Tú has querido filmar el pensamiento y a veces la operación te la has pensado mucho, y ahí es donde yo creo que el pensamiento boquea y se nos muere un poco entre las manos. Tampoco tienes que disculparte, eres muy libre y en ocasiones brillante, soy yo quien está siendo impertinente en estos tiempos hipersensibles.
El pensamiento es hoy un bien escaso y un peligro de primer orden, Jean-Luc, se ve muy poco. Los hombres rectos suele ponerle a su pensamiento una esclusa para que no se les anegue la mentalidad y el pan de ideas temibles, la fantasía de acostarse con la propia madre o la recurrencia de chupársela a uno mismo. Tú esto último lo has practicado algunas veces, reconócelo, lo has llevado a cabo y se te ha celebrado, es una autonomía que los críticos jalean mucho y tú al crítico lo has sabido esponjar, le has hecho creer tu igual haciendo crítica de la realidad desde tu cine. Bueno. El crítico es un hombre que ha pasado la mayor parte de su tiempo en la oscuridad, de la vida sabe poco, aunque esto podrías rebatírmelo con lo de que la sala de cine es un mundo extraño y prohibido, un salir a la libertad de la noche a cualquier hora del día. Pero hoy se va poco al cine, Jean-Luc, te habrán llegado noticias, tú siempre has estado al tanto de todo. Hoy los cines quedan a desmano y mucha gente prefiere no soltarse, ir sujetos a sus dispositivos durante todo el viaje y en ellos mirar las películas, a eso se agarran. El juicio te lo dejo a ti que para algo eres el mayor.
Una vez te vi contarle a Woody Allen que la televisión afectaba tu potencial creativo de una manera nefasta, te envenenaba como la radioactividad con su velocidad estúpida. Los telediarios, ¿has visto alguna vez un telediario? Se abren como leche desbordándose de un cazo, escucha esa música. Siempre puntuales para figurarse rigurosos. Las putas noticias. Tú siempre tuviste claro que la televisión era un medio de transmisión pero no de expresión, la cultura matando el arte. Entiendo que su influjo pudiera ser nefasto para el cine que tú has querido hacer, un cine capaz de alguna verdad anterior, decisivo en todo momento. En el fondo creo que todas tus películas, las que me gustan y las que no tanto, son parte de la misma y todas son la inicial. En esto seguro que estamos de acuerdo porque tú siempre has querido diluir la vida en ellas.
Tengo leído en alguna parte que un poeta no es tanto un autor como el lugar de un fenómeno. La definición es muy precisa pero no sé si puede interesarte porque tú siempre quisiste ser tú, un teórico autorizado de la revuelta, aunque con el tiempo tu cine y el de tus compañeros de movimiento, y esto lo digo con toda mi admiración y agradecimiento por vuestra obra, ha quedado un poco reducido a la degustación del romance, al pajareo en torno a las muchachas. Pasa mucho en tu profesión aquello de incorporar la propia mujer a los proyectos personales, una maniobra de cesión para definirse en el deseo ajeno. Tú nos entregaste tus mujeres, dijiste alto y claro que sin las mujeres no existiría el cine y ahora hay varias generaciones encoñadas con Anna Karina, una canonización que no acabo de entender pero que de algún modo me habla de tu triunfo, explica el gurú que has sido.
Creo que era ella quien en una de tus películas se preguntaba por qué la verdad y la mentira tienen el mismo aspecto, por qué son indistinguibles si son antagónicas. Decir la verdad sin descanso ha sido tu credo, pero esto no es creíble del todo porque ninguna imagen es inocente, Jean-Luc, esto puede que incluso lo dijeras tú en algún momento. Seas poeta o seas científico no vamos a discutirlo. Yo también me inventé a la mayoría de mis novias tal y como me voy inventando a mí mismo.
Hace un momento, viniendo hacia aquí con las peras, viniendo hacia Internet con la idea de escribirte en proceso, he visto en un cruce una motocicleta tendida. Se había dado un desorden, la máquina estorbaba el tráfico y me he preguntado primero por la tragedia para a continuación escudriñar el relato. He buscado vidrios o trazas de goma en el asfalto pero no había rastro de accidente, no había acudido ambulancia ni se la esperaba, nadie parecía alarmado y sin detenerme he decidido que estaba asistiendo a un malentendido. Tú has hecho muchas películas sobre eso, has omitido la historia y te has limitado al malentendido.
¡Jean-Luc, cineasta impresionista! A veces has practicado un cine para impresionar a personas impresionables, eso también ha ocurrido, pero sobre todo has hecho un cine de pacto y compromiso contigo mismo. En cierto modo has sido un perlizador, que es un término que aprendí ayer porque se me estropeó el grifo de la cocina. Discúlpame estas menciones prosaicas pero son lo que me sitúan, sin ellas me sentiría un imbécil, una persona que escribe. Digo que tú vienes de familia bien, no creo que hayas cambiado un grifo en la vida aunque he leído que trabajaste en una presa, pero yo te explico: un perlizador lo que hace es airear el caudal de agua, le da al chorro gracia y volumen sin reducirle el discurso, lo atomiza para explicarlo mejor. Eso lo has hecho en algún momento, cuando eras representante del arte y ensayo, que era un cine que se iba a ver por todo lo contrario, por los desnudos. En ese sentido diferenciaste muy bien entre el cine hecho de cintura para arriba y el que se hace de cintura para abajo, advirtiendo que el primero es el pornográfico en un sentido peyorativo, el intelectualmente deshonesto. Esta reflexión siempre es pertinente recordarla.
Yo también creo que la violencia puede llegar a explicarnos mejor que cualquier historia. Hablo de estética, de algún tipo de exaltación. Cuando hace más de cuarenta años David Morrell escribió Rambo. Acorralado, la novela en que se basaría Acorralado y daría a conocer al mundo el personaje de Rambo, algún crítico, haciendo referencia a la intensidad física que se desplegaba en sus páginas, la describió como ‘carnografía’. Es un poco eso. Sabes de qué hablo, a ti siempre te han gustado los tebeos y el rocanrol. Desde hace mucho tiempo la gente dice que una película es muy de cómic pero no saben lo que dicen, no entendieron nada de lo que intentaste glosarles en tu cine y ahora ya es tarde. En estos tiempos la comunicación es más difícil que nunca, el monstruo se ha hecho enorme y la comunicación es imposible, las respuestas vienen prefiguradas, pero bueno, hay que andarse con cuidado, eso se lo achacaste tú a tus amigos y te empezaste a quedar solo. Primero Truffaut, luego Chabrol, Rivette se fue hace cuatro días… De todos ellos dijiste que se habían estancado, que su cine era una mierda, en eso creo que fuiste un tanto severo.
Cuando murió Rohmer recuerdo que se detuvo el reloj de mi despachito y se secó una orquídea que me habían regalado. Solo había conocido una floración pero llevaba ahí dos años intacta. Me hacía concebir ilusiones. Con las orquídeas parece que siempre va a darse otra primera vez. El caso es que en aquel momento sentí esas señales tan medianillas como la realidad pidiéndome inteligencia práctica. Hoy ya no sé. Un día te leí otra cosa importantísima, era un libro de biblioteca, no sé si sabré reproducirlo así que no voy a entrecomillarlo: Si nos miramos en una foto, ¿estamos mirando una ficción?
A mí me corre la sangre y estoy en esa edad engañosa que te imprime la sensación de haberlo entendido todo, Jean-Luc. No tiene nada que ver con la altanería anterior. De pronto lo entiendes todo tan bien que acabas por entender que nunca has entendido nada y que lo poco que tal lo has ido olvidando. ¿Cuán atrás de nosotros quedaron las vanguardias, estimado señor Godard? Más o menos eso era lo que quería preguntarte.