Tex Avery fue un genio de la animación y un velocista del gag. Quim Casas le rinde tributo a partir de dos obras maestras: Red Hot Riding Hood y Lucky Ducky.
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por Quim Casas
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Las cosas no son siempre como uno quiere. Durante muchos años, mi película de aventuras favorita de la era clásica fue El halcón y la flecha, un relato de saltimbanquis y justicieros estilo Robin Hood pero ambientado en Lombardia, realizado por Jacques Tourneur en 1950. Después, otros títulos le hicieron sombra en mi afecto sin que perdiera ni un ápice de su modernidad: La mujer pirata del mismo Tourneur, Scaramouche de George Sidney y El mundo en sus manos de Raoul Walsh. Si nos trasladamos al universo de la comedia hollywoodiense de los años sesenta, uno de mis films preferidos no podía llevar la firma de otro director-actor que no fuera Jerry Lewis. Ese film es El profesor chiflado, que es tanto una gran comedia como un espléndido relato fantástico, de las mejores adaptaciones que se han hecho en cine de El extraño caso del Doctor Jekyll y Mister Hyde, de Robert Louis Stevenson.
¿Por qué las cosas no salen siempre como uno quiere? Porque puestos a imaginar que algún grupo decidiera utilizar un fotograma de El halcón y la flecha y de El profesor chiflado para ilustrar la portada de uno de sus discos, hubiera preferido que ese grupo tuviera igualmente ganado mi afecto o fuera, por lo menos, interesante. Pero no: una banda española de pop de los ochenta de la que no me gusta ninguna de sus canciones, Hombres G, fue quien tuvo la idea (brillante, debe reconocerse) de emplear una foto de Lewis mirando embobado a Stella Stevens, la pareja de El profesor chiflado, en la cubierta de su álbum de debut, publicado en 1985, y una simpática imagen de Burt Lancaster ataviado de heroico arquero de El halcón y la flecha en la portada del segundo. Este tiene coartada, ya que el título del disco era La cagaste… Burt Lancaster (sin comentarios).
La cinefilia podía proceder del cantante de la banda, David Summers, hijo del director de Juguetes rotos, Manuel Summers. Llegaron a titular otro de sus olvidables artefactos discográficos El año que vivimos peligrosamente, como el film homónimo de Peter Weir, y repitieron con otra portada cinéfila, cuales François Truffaut haciendo dedicatorias al inicio de sus películas: la de Peligrosamente juntos, disco de reunión editado en 2002, consiste en un fotograma promocional del melodrama negro de 1931 The Public Enemy, con James Cagney y Jean Harlow abrazados, sorprendidos y mirando hacia las alturas. También aquí podemos rastrear, si queremos, una posible coartada: Cagney fue un G-Men (agente federal del gobierno en tiempos de Capone y la Ley Seca) en Contra el imperio del crimen. Puestos a ser coherentes del todo, podían haber utilizado una foto de este film y no de The Public Enemy, donde Cagney es un gánster que aplasta pomelos en la cara de su amante y no un servidor de la ley y el orden. Un grupo equidistante a Hombres G, Danza Invisible, sí prefirió la imagen característica de bad boy de Cagney en The Public Enemy para la portada de Música de contrabando. Se hizo justicia noir.
Ya le hemos dedicado demasiado tiempo a Hombres G, pero al César lo que es del César: si cualquier banda de culto española, británica, francesa o estadounidense hubiera escogido similar trilogía de portadas cinematográficas, aún hoy seguiríamos rindiéndoles pleitesía. Pero no todo son desamores en la pequeña historia no escrita de las cubiertas de discos de pop, rock, punk o electrónica con motivos de cine. La siguiente parada, inexcusable, la tenemos en la discografía de The Smiths, quienes en caso de escribirse algún día esa historia, merecerían la mitad del espacio.
La coherencia es aquí abrumadora en lo ideológico y en lo estético: el 80% de las portadas responden a la iconografía cinematográfica homosexual, más evidente o velada. No es de extrañar que Morrissey escogiera un fotograma de Joe Dallesandro en una película de su homólogo Paul Morrissey, Flesh, u otro de Jean Marais en la memorable fantasía especular de Jean Cocteau Orfeo, o imágenes de Alain Delon, James Dean, Blow Up y el Terence Stamp de El coleccionista. Casi todos, de un modo u otro, a tenor del encuadre y la iluminación de los fotogramas capturados, vienen a ser un Morrissey multiplicado. También recurrió a algunos momentos del Free Cinema y no deja de resultar curioso, hasta poético, que el disco de tributo a The Queen Is Dead compilado en 1996 por la revista Les Inrockuptibles, The Smiths Is Dead, tuviera como portada al protagonista de Kes, la película de Ken Loach que mejor entronca con el espíritu del movimiento liderado por Lindsay Anderson, Karel Reisz y Tony Richardson.
La imaginería del género de terror da siempre buenos réditos, sobre todo si se trata de grupos siniestros, post-punk, hardcore y similares. Se han utilizado, generalmente en las cubiertas de EP’s (reclamo para completistas), fotogramas infectos de Linda Blair en El exorcista (Negative Approach), sombras expresionistas del Nosferatu de Murnau (The Screaming Tribesmen), Lon Chaney con alguna de sus mil caras (Blitzkid, una horror punk band, se decidieron por una instantánea de La casa del horror, mientras que Mad Mongols, una banda japonesa de psychobilly, optó por El fantasma de la Ópera) o la imagen tradicional del vampiro gótico Lugosi (Cocteau Twins). Bauhaus hicieron doblete en un mismo 12”, Bela Lugosi’s Dead: en la portada, una foto desgastada por el tiempo de un film de vampiros; en la contraportada, el hipnotizado Césare de El gabinete del doctor Caligari; dos pesadillas. Fotos de Psicosis, La novia de Frankenstein, La noche de los muertos vivientes y Metrópolis son las más recurrentes, algo lógico debido a la influencia de estas películas. La sintonía con la serie B es absoluta y no sorprende encontrar artefactos de vinilo, que hoy igual se pagan a precios astronómicos en eBay, con portadas que utilizan imágenes de películas de Ed Wood o Russ Meyer. Hasta Siniestro Total rindieron homenaje al fantástico de serie B de los cincuenta con una imagen de la criatura de la laguna negra sacando del agua a la bella Julia Adams (La mujer y el monstruo) en la cubierta del álbum De hoy no pasa. Los hay juguetones: el productor y DJ Aim seleccionó un momento de Sanguinario, la primera secuela de La noche de Halloween, para su single The Omen, cuando lo más lógico hubiera sido recurrir a un fotograma de La profecía.
Truffaut, a quien antes citábamos, el cineasta cinéfilo por excelencia, sería evocado por Brilliant Corners, a través de una imagen virada en azul de Antoine Doinel siendo fichado por la policía en Los cuatrocientos golpes. Cass McCombs tendría un bonito detalle escogiendo un fotograma de Ernest Borgnine en Marty para el single de Dreams Come True Girl. Adorable, engullidos en la marea del brit pop de los primeros noventa, también se lucieron colocando a la doliente Maria Falconetti de La pasión de Juana de Arco en la portada del sencillo Sunshine Smile. Electric Light Orchestra decidió viajar al mundo en Technicolor de Oz en su disco El Dorado, con una foto de los zapatos rojos de Dorothy y las manos amenazantes de la bruja mala del Este. Cerremos con un productor muy cinematográfico, Hal Willner, también televisivo (durante años se hizo cargo de la dirección musical de Saturday Night Live). En 1981 inició su serie de poliédricos discos de tributo con Amarcord Nino Rota, tomando como título el de una de las películas que hizo Federido Fellini con el compositor. La portada no remitía a ningún film, aunque el contenido fuera tan cinematográfico. Una década después, con Weird Nightmare, su homenaje a Charlie Mingus, Willner recuperó la fascinación felliniana y puso en la portada del disco una bellísima, brumosa y somnolienta imagen de Amarcord, la del niño frente al gigantesco cérvido. Aunque la hubiesen utilizado Hombres G, seguiría teniendo el mismo efecto deslumbrante.