OK GO:

EL CONCEPTO

Por Ramón Ayala

Vale. Planteémoslo así. ¿Has ido últimamente a un concierto de OK Go? ¿Has comprador la entrada a un festival porque estaban en cartel? ¿Has bailado sus temas en una pista hasta provocar un incendio? Me temo que todas las respuestas a estas preguntas son no, no y no. Los conoces por sus videoclips. Son cuatro pavos que hacen canciones para luego hacer un vídeo que mole más que la canción. Sí, le han dado la vuelta al calcetín. Son un grupo anémico con un videoclip puesto de esteroides una vez al año.

Han hecho de todo desde aquel lejano y seminal artefacto coreografiado con cintas de correr. Coreografías North Korea style con drones desde las alturas, pistas americanas de la diversión y la mancha de pintura de colores y el ultimo, un bailecito a gravedad cero en un avión ruso donde entrenan astronautas. Son videoclips hechos siempre a un solo plano que para conseguir la perfección deben hacer varias tomas donde nadie la cague.

Bajado el souflé de una semana que traen las redes sociales e Internet ha llegado el momento de pensar un momento en qué hay detrás de los vídeos de OK Go. Tampoco es plan de ponerse en plan sección de “¿Timo o Genialidad?”. Tan solo rascando un poco en la superficie veremos que existe una cierta maldad en el modelo manejado.

Un videoclip era para ilustrar una canción. El videoclip se acerca a un ente musical telúrico, intangible, abstracto y vibrante y le da forma corpórea, le da volumen, concretiza con la imagen e incluso a veces se permite aventuras un poco fuera de la industria dominante de la imagen. Es bastante más interesante el videoclip si la canción mola, claro. Y mucho más interesante si a pesar de ser una abigarrada historia experimental sigue pegado a la naturaleza de la canción. Los hay performativos (con el artista cantando, entiéndase), los hay narrativos, los hay de concepto (hay los videos de concepto en los que el realizador no puede evitar demostrar qué brillante es)… Uno de los que más me gustan de los últimos tiempos es el de de So Me para Jackson & the Computer Band, no se cómo clasificarlo y me gusta por eso porque es muy Robbe-Grillet. ¡Y los hay de egotrip de artista! Estos últimos ocurren cuando el artista y el manager se fornican todas las ideas del tratamiento del realizador para hacer un packshot de producto de unos cinco minutos.

El caso Ok Go. Es que… ¡Es que hemos legitimado a unos músicos porque no se equivocaban al correr en unas cintas de running! Y luego han seguido haciendo música legitimada por otras nuevas piruetas visuales. Eso para empezar. Luego ha ocurrido que el modelo se repetía con variaciones “bigger, taller, stronger!”. Sí, stronger, pero la formula está agotada. Como realizadores o directores creativos no pueden sino generar más conceptos parecidos para sus propias canciones. Industrialmente, son un callejón sin salida. Y además la fórmula salpica a la industria de un modo absurdo. Productores que te preguntan “where is your concept?!”. Artistas que quieren levitar, volar, vivir en casas que se caen, cambiar de cara en cada estrofa, conducir tres camiones con el mismo culo. Managers que piden menos narración, menos poesía, y más coolness, más fotocopia de Tumblr, menos cuidado por la imagen en si. ¿Necesitamos a Ok Go? ¡No, por dios! ¡Nos están volviendo gilipollas a todos! ¿El espectáculo puede tener valor cero? Sí. Puede incluso dejar de ser un valor incluso de marketing. El “call to action” hecho pompa de jabón. Si todo es espectáculo, luego nada es espectáculo. Nada puede ser y no ser al mismo tiempo.

“Es que sus vídeos tienen muchas visitas. Respeta eso. Millones de visitas”, dirá alguno. Vale. Dejadme usar este argumento una vez más: LOS VIDEOS DE GATITOS HACIENDO COSAS MONAS TIENEN MILLONES DE VISITAS. Y no quiere decir que sean buenos vídeos. ¿El futuro del audiovisual son videos de gatitos? ¿Aplicados a cualquier formato? Dulces, sin sangre, con sonrisita. How cute. Menos mal que existen los videos de bodas rusas… Sleepers que siempre funcionan.

Ramón Ayala