La estación en el infierno de Brian Clough y el atardecer del fútbol – O Productora Audiovisual

David Peace:
Maldito United

Contra

LA ESTACIÓN EN EL INFIERNO DE BRIAN CLOUGH Y EL ATARDECER DEL FÚTBOL

POR ALEXANDRE SERRANO

La estación en el infierno de Brian Clough y el atardecer del fútbol – O Productora Audiovisual

Brian Clough: la elegancia natural del Top One.

En 1974 Brian Howard Clough había obrado ya varios milagros. En seis años había llevado al gris Derby County de las simas de la segunda división inglesa al primer campeonato de su historia y a unas semifinales de Copa de Europa. En el trayecto, sin embargo, había desarrollado una animadversión rayana en lo patológico por el equipo dominante de aquella época, el Leeds United.

Clough no había cejado en proclamarse el antagonista moral y futbolístico de todo lo que representaba el puto y sucio Leeds”, una de las escuadras más duras y pendencieras que hayan campado por un estadio. Por eso resulta tanto más sorprendente que cuando el Leeds tuvo que sustituir a su venerado entrenador Don Revie, que partía hacia la selección inglesa tras trece temporadas al mando del club, ofreciera el cargo a Clough. Y todavía más que este aceptara. Ahora bien, que nadie crea que lo hizo envainándosela. Al poco de conocer a sus nuevos y recelosos pupilos los reunió para su primera charla. Sus conciliadoras palabras son ya leyenda: Caballeros. Hay algo más que me gustaría decirles ahora. Puede que cada uno de ustedes haya ganado todos los títulos domésticos y parte de los europeos, pero por lo que a mí respecta, lo primero que pueden hacer es tirar sus medallas, sus convocatorias con Inglaterra y toda su maldita hojalata a la basura más grande que puedan encontrar, porque no han ganado ni una sola de ellas limpiamente”.

¿Qué llevó a Clough, un tipo visceral y lenguaraz, obsesionado con la victoria, pero siempre angustiado por el fantasma del fracaso, a aceptar ese encargo envenenado? ¿Y por qué lo acometió con una mezcla tan suicida de revanchismo, imprudencia y megalomanía como para que cuarenta y cuatro días después fuese cesado? Es la pregunta que trata de responder Maldito United, la novela de David Peace recientemente traducida al castellano por Editorial Contra y que no sin motivos ha sido saludada como una de las más grandes de tema deportivo jamás escritas. Y si bien es cierto que el relato puede suscitar las aprensiones de cualquier obra que tome a una figura real y pretenda hablar por su boca –Maldito United se presenta como una ficción, pero está contada en primera persona– compone un retrato convincente de un personaje que con su tendencia irrefrenable y quijotesca a meterse en fregados, su mezcla cautivadora de insolencia y vulnerabilidad y una bocaza tan incontinente como afilada alcanza proporciones míticas.

Clough subyuga, desde luego, por su autenticidad, pero también por algunas de las contradicciones que encarnó. Un individuo al que le importaba tres narices herir sensibilidades –cuando tras un aumento de sueldo le reprocharon que iba a cobrar más que el arzobispo de Canterbury, respondió que quizá fuera porque veía el campo del Derby County lleno y las iglesias vacías”–, picar la cresta de su propia afición: solo se ponen a cantar cuando ganamos. Son una panda abominable”, gestionar estrellas y egos sin las pacatas precauciones hoy al uso: si fueras un caballo de carreras hace tiempo que te habrían sacrificado”, le soltó al extremo propenso a las lesiones Eddie Gray, y significarse políticamente: “¿Eres un hombre supersticioso?”, le preguntó un periodista poco después de llegar al Leeds. No, Austin. Soy socialista” le espetó Clough. Pero a la par fue un precursor en aspectos que hoy dibujan algunos de los contornos más resbaladizos del fútbol moderno, como la sobreexposición mediática o la agresividad en el mercado de fichajes.

Y es que acaso lo más seductor de Maldito United no esté en su superficie, en la vibrante y divertidísima peripecia de Clough, entre la épica y la farsa, al frente de un equipo al que odia con todas sus fuerzas. Se encuentra en su trasfondo. Un paisaje a punto de sufrir una metamorfosis radical y en el que él ejerce a la vez de heraldo del porvenir y último mohicano. Cuando empieza su andadura como entrenador en 1965, el fútbol de élite todavía conserva una inocencia primitiva. Es un entretenimiento popular en el que los jugadores se cambian en vagones de tren abandonados a la puerta del estadio, lucen la equipación suplente del equipo rival si el utillero se deja la propia en casa, juegan al bingo en las concentraciones y guardan un cenicero en los vestuarios por si les urge echarse el pitillo antes de saltar al terreno de juego. Y los mánagers lo mismo se encargan de recogerlos en coche para llevarlos a los entrenamientos que de presentarse a la hora de cenar en sus casas para convencerlos de fichar por su equipo: El único agente entonces era 007 y solo se tiraba a las mujeres, no a clubs de fútbol enteros”, recordaba tras su retirada en 1993. Esta coincide, en cambio, con el albor de una mercantilización acelerada de la Premier League: la irrupción de los grandes patrocinios, los contratos millonarios de derechos televisivos y el desclasamiento definitivo de las gradas. El comienzo del camino que ha llevado a las petrodirectivas, los estadios con nombre de aerolínea, las entradas a precios prohibitivos para turistas ricos y el acomodo de los horarios al prime time chino. Una era en la que Clough, tan perspicaz e innovador en muchos cosas, ya solo podía ser parte de un pasado romántico pero superado. Su opinión acerca del exceso de fútbol televisado era que no quieres asado todos los días y dos veces el domingo” y sobre el gran icono de ese nuevo orden, David Beckham, que tiene una mujer que no sabe cantar y un peluquero que no sabe cortarle el pelo”. Miembro orgulloso de la clase trabajadora y puntilloso con su dignidad estética, le hubiera dado un cólico si hubiera visto el desfile de crestas, posturitas, tatuajes y viseras vueltas del revés que precede en nuestros días a cada partido.

Y es que el fútbol, en su ascenso a espectáculo universal por antonomasia, ha pagado el precio de desnaturalizarse y sacrificar sus viejas tradiciones y raíces. Hoy es un fenómeno cultural global, pero también (y probablemente a causa de ello) un entorno cada vez más estabulado, estereotipado y refractario a todo lo que entorpezca su comercialización. Individuos tan indómitos e imprevisibles como Clough se han convertido en especímenes en vías de extinción. Y ahí reside el encanto de Maldito United: nos devuelve vivo al más genuino de todos ellos, nos muestra el significado que un día tuvieron las palabras ‘carácter’ y ‘carisma’, y lo que diferencia esas cualidades del histrionismo oportunista que ahora ocupa su lugar. Quizá no haya que dramatizar, a fin de cuentas es solo fútbol. Pero es también muy posible que las formas que adopta y los personajes que produce el más relevante de los pasatiempos de una época diga algo muy significativo acerca de ella.

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“Some fella in London, England, named Brian Clough? I’ve heard that this fella talks too much. They say he’s another Muhammad Ali”.

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Al volante del autocar del Hartlepool: entrenar en 1965 comportaba otras obligaciones.

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Charity Shield de 1974. Debut oficial con el Maldito United y principio del fin. El partido acabó como el rosario de la aurora, con los dos primeros jugadores expulsados en la historia de Wembley.

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El Nottingham Forest camino del estudio de grabación. Clough lleva la voz cantante.

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En la cima del mundo. Vuelta de honor después de lograr la mayor hazaña de su carrera: coronar al humilde Nottingham Forest como Campeón de Europa en 1979. Un año después repetiría la proeza. A su lado su inseparable asistente Peter Taylor, quien no quiso acompañarle en su fallida aventura en Leeds.

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El gran burlón saluda desde la eternidad.