Iniciales. Desde el principio – O Productora Audiovisual

ESPECIAL
LECTURAS Y AGOSTO
Texto por Jordi Duró.

INICIALES.
DESDE EL PRINCIPIO

Iniciales. Desde el principio – O Productora Audiovisual

Ilustración por Affaire.

9.

Las letras capitales o capitulares son un ornamento textual arcaico. Hace años que están en desuso. Aunque también son la solución más eficaz para integrar una ilustración en un texto. Jordi Duró cree que se puede aprender todavía mucho de ellas. Además, ¿y el placer contracorriente que da publicar en web un contenido con un olor tan fuerte a manuscrito medieval, qué?.

Iniciales. Desde el principio – O Productora Audiovisual

Ilustración por Jordi Duró

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Los libros siguen unas convenciones que han cambiado poco desde los manuscritos medievales.

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Una de esas convenciones son las iniciales ilustradas. Las iniciales son una nota de resalte para indicar el comienzo, el cambio de un pensamiento o una nueva parte del libro. Toda inicial responde a esta función cuando no tiene otra puramente decorativa. El impresor Bruce Rogers avisaba en Paragraphs on Printing: “Until the Roman alphabet is superseded by some different means of conveying thought, there is little likelyhood of any strikingly original development in the making of either type or books”.

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De hecho, el historiador e impresor Daniel Berkeley Updike, en su obra canónica Printing Types, ya se lamenta de que desde el primer día, los incunables imitaran el aspecto de los manuscritos: “To the first type-cutters printing was merely an evolution, it did not appear a new invention in the sense that it obliged them to decide what forms of letter were best adapted to the new medium they had to employ”. Es decir, intentaron reproducir en metal las formas generadas por la pluma a las que los lectores ya se habían acostumbrado, en lugar de buscar nuevas soluciones formales que exploraran el nuevo medio.

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Las iniciales ilustradas en estos primeros impresos se seguían añadiendo a mano, ya que los primeros experimentos de Gutenberg para reproducirlas con colores fueron fallidos. De nuevo Berkeley Updike: “There were no title-pages in these first days. And the printer’s business was only to print the text of his book, leaving headings and headlines, as well as ornamental capitals, to be supplied by hand to suit purchaser’s tastes. As the cry for cheapness grew louder, printers found it necessary to leave less and less to be done by the scribes, whose bill for rubricating a book must have added very materially to the cost to the buyer. Special types were then cast for use in tittle pages were added for use in headings and headlines and on title-pages, and many printers provided themselves with fine sets of woodcut capitals”.

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En esos primeros años de la imprenta, las iniciales decoradas no solo se adaptaron a una nueva tecnología, sino que también acompañaron al libro en el salto renacentista hacia la letra romana. El trabajo de línea de las iniciales de Francesco de Bologna para el Hypneterotomachia editado por el gran impresor Aldo Manutio ya unifica delicadamente la tipografía y el ornamento. Tschichold en The New Typography reconoce precisamente este ejemplo como el primero del libro moderno, que busca una armonía de tono entre elementos dispares, alejándose del manuscrito aunque manteniendo su estructura.

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A partir de ese momento y con la llegada de las fundiciones tipográficas, la iniciales ilustradas empiezan a aparecer en los catálogos de materiales de imprenta. Los impresores pueden comprar gran variedad de diseños temáticos: desde ornamentales clásicas hasta novedades populares subidas de tono. La oferta crece al ritmo de la industria y el comercio.

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No es hasta finales del siglo XIX, con la llegada del Arts and Crafts, abanderada por el Kelmscott Press de William Morris, en que se retoma la idea de que el libro es un objeto artístico en sí mismo. El libro puede abandonar su vertiente más industrial -en parte, porque ya existe un nicho de mercado receptivo a ediciones más cuidadas artesanalmente- e intenta volver a los estándares de calidad del propio Gutenberg.

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Los ilustradores y pintores retoman posesión de las iniciales y revindican la libertad de los manuscritos medievales en los que, como señala Massin en La lettre et l’image: “Es chocante constatar en los manuscritos de esta época la ausencia de ‘rapport’ con el texto (…) la ecuación verbo=imagen que presidirá la ilustración del libro durante siglos son prácticamente inexistentes aquí”. De Derain a Matisse, los artistas lo consideran un espacio propio, una transición entre el dibujo y el propio texto.

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Las iniciales ilustradas siguen atrapadas hoy entre estos dos puntos de vista: por un lado los que entienden que un objeto fabricado en serie no tiene por que seguir unas normas establecidas hace casi quinientos años. Y por otro, el de los que las tachan de ornamento innecesario pero olvidan que el ornamento también cumple una función: nos da tanta información como cualquier otro elemento en la página.