¿Estudias
o serigrafías?

por
Glòria Bonet

¿Estudias o serigrafías? – O Productora Audiovisual

Solo para fans: puedes adquirir una serigrafía original de Saul Bass del film Anatomía de un asesinato por 4.200 libras en la diminuta tienda At the Movies de MaryLebone, Londres.

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Alexis Rom es a la serigrafía lo que Einstein a la relatividad: no la inventó él pero fue quien la presentó en sociedad.

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El toque arty y a la vez su manejabilidad permiten que diseñadores e ilustradores se apoderen de la serigrafía para pequeñas ediciones de autor. Este homenaje de Bartosz Kosowski al film de Stanley Kubrick es una joya de la que solo se imprimieron noventa ejemplares vendidos a cuarenta dólares cada uno. Sold out total.

El ejemplo más claro de que lo crafty está en racha es el boom que está viviendo la serigrafía. También es sospechoso invertir un par de horas del fin de semana haciendo cola para entrar en un market de artículos hand made. Pero hay varias razones por las que nos hemos vuelto locos por practicar el silk screen printing, una técnica de estampación milenaria que, por motivos curiosísimos, reaparece como un ejercicio de lo más in.

Razón número uno:

huele a humanidad, a materia, se puede tocar. Todo un alivio para el ingente sector de profesionales que, a pesar suyo, pasan más tiempo sumergidos en el universo digital que a orillas de la pantalla. Sí, la serigrafía sería la tabla de salvación para los geeks que han dado la vuelta de campana y ahora quieren hacer algo “con las manos”. No me malinterpretéis, pero algo de terapéutico, o al menos reconciliador, igual sí tiene.

Razón número dos:

es accesible, cualquiera puede iniciarse en esta técnica. A diferencia del saxo o del violín, suena desde el primer día; es un instrumento agradecido. Es tan sencillo que lo podría hacer un niño. Pero os pido por favor que no os chivéis, que como se enteren en el entorno educativo y la programen de extraescolar, se acaba el juego. Serigrafía para niños… ¡apartad esa imagen obscena de mi mente!

Razón número tres:

es barata. Con lo que se ahorra uno de barbero puede comprar las herramientas básicas y lanzarse a la conquista del espacio serigráfico mode DIY. Spam: es el minorista con mayor catálogo de Barcelona y quizá de toda España. Podéis acercaros a su tienda de Portal Nou, donde además os asesorarán de rechupete. Si preferís un primer vuelo monitorizado, Monostero y ofrecen cursos de iniciación. Uno de los lugares de referencia, ya no exclusivamente en serigrafía, sino en artes gráficas en general, es Londres. Daos un paseo por Print Club London y constataréis que los brits siempre nos llevan la delantera.

Razón número cuatro:

hay que tener muy mal gusto para serigrafiar algo irrevocablemente horrible. Se puede conseguir, por supuesto; basta con inclinarse por imágenes recargadas en exceso y no saber cuándo parar de añadir capas y capas de color. Pero si lo tuyo son las formas sintéticas, los colores planos y las composiciones mesuradas, la serigrafía te acogerá para siempre en el reino de los cielos. Y podrás sentarte (o creerás que puedes) a la derecha de Saul Bass.

Razón número cinco:

¿Cómo no iba a ser un hitazo lo de la serigrafía con la de almas artísticas reprimidas esperando a salir de su caparazón? Aunque todavía no hayan escalado hasta la lista Forbes, lo que hace cuatro días era un matado que “hacía dibujos” es hoy un ilustrador cotizado. Prácticas tan versátiles como la serigrafía han encumbrado a muchos de ellos. A diferencia de las piezas únicas de precio prohibitivo, la serigrafía posee el sex-appeal de la pequeña seriación que tanto se ajusta al coleccionista de buen paladar pero bolsillo mainstream.

Razón número seis:

incluso las máculas (las pruebas no definitivas en la jerga) y los errores en las series serigráficas encuentran su lugar en el mercado. A veces, incluso, el primer lugar. Esto lo supo ver bien Andy Warhol, pionero en la explotación artística de la serigrafía. En muchas ocasiones, Warhol copió deliberadamente el tipo de impresión serigráfica usada comercialmente, defectuosa, de mala calidad, con demasiada tinta o fuera de registro de color. Recordemos que el ideal expreso de Warhol, de hecho, era hacer uso de las técnicas de producción en masa, como la serigrafía, llevando lo popular, lo Pop, al estadio de lo artístico.

Si hubiese una séptima razón que explicara el auge reciente de la serigrafía, la igualaría en número a la lista de pecados capitales, así que por el buen nombre de esta herramienta valiosísima y santa, la enumeración terminará aquí. Amén.

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Ejemplar de una edición limitada a treinta y tres copias de Freya Cumming, joven artista escocesa que cotiza hasta a quinientas cincuenta libras cada lámina. Ideal para espíritus “cosy & cute”.

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La recomendación “menos es más” le va como anillo al dedo a la impresión serigráfica, el ilustrador brasileño Flavio Morais es uno de los maestros que con poquísimos ingredientes le saca todo el jugo. 

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La obra del estudio Tom Pigeon, formado por Pete y Kirsty Thomas, es una apuesta por la abstracción. En su caso, la limpieza del registro serigráfico, la delicadeza en los acabados y conseguir que el vacío parezca lleno son motivos suficientes para escoger la serigrafía como técnica.

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Sería pecado mortal hablar de serigrafía sin citar al artista gráfico estadounidense , alias Obey, creador del retrato tricolor de Obama con el slogan Yes we can que todos conocen. Fairey es el eslabón que une la serigrafía de autor con el street art más gamberro.

Llegamos al Numero Uno, perteneciente a la serie de serigrafías sobre lienzo de Andy Warhol que muestran una silla eléctrica, realizadas a finales de los sesenta. Esta tela en concreto se vendió en Sothebys por 20,5 millones de dolares. Se dice que Warhol orinaba previamente sobre las telas, que eso les daba luego “un color muy bonito”. No quiero saber cómo lo descubrió, aunque me lo imagino.

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Glòria Bonet