Viñetas
Robadas.

Verticalidad del súper-poder – O Productora Audiovisual
Verticalidad del súper-poder – O Productora Audiovisual

VERTICALIDAD
DEL SÚPER PODER

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por
Jordi Costa

Según ha quedado fijado en la gran Historia del Tebeo, debemos a la fértil imaginación del Stan Lee de principios de los sesenta esa relevante epifanía que transformaría radicalmente la evolución de uno de los grandes géneros del medio: la creación del súper-héroe falible, humanizado y, sí, atormentado por ese gran poder que implica siempre una gran responsabilidad y que halló su más perfecta encarnación en la figura dual de Peter Parker/Spiderman. El súper-héroe, en definitiva, como espejo amplificado de la fragilidad, las inseguridades y también las mutaciones del cuerpo adolescente. Propongamos una re-escritura de esa historia: dos años antes de que Spiderman se colgase por primera vez de una telaraña, Peyo, el padre de personajes tan perdurables como los Pitufos y Johan y Pirluit, concibió a una de sus criaturas más carismáticas, Benito Sansón. Niño diminuto, con boina, bufanda azul, chaqueta roja y pantalón corto, Sansón, nacido en las páginas de Spirou en diciembre de 1960, fue la pintoresca respuesta del historietista franco-belga a una mitología súper-heroica, encarnada en la figura fundacional de Superman, que a él le resultaba particularmente fastidiosa, por mecánica y previsible en su retórica de la infalibilidad.Escáner_20150628-(4)
El pequeño Sansón tiene una fuerza asombrosa, pero no sabe controlarla. Su talón de Aquiles no es la kriptonita, sino los mucho más prosaicos resfriados que pilla en sus saltarines recorridos a lo largo y ancho de la modesta Villalegre la Mayor donde habita. La viñeta que acompaña estas líneas pertenece a la cuarta página de la primera aventura del personaje, Los taxis rojos, que en su día editó Argos Vergara –por aquel entonces, era el futuro guionista y director Joan Potau quien traducía sus aventuras- y que ahora acaba de recuperar felizmente editorial Dolmen en el primer volumen de la integral dedicada al personaje, con traducción no menos destacable de Alfons Moliné. Las tres primeras páginas de esta historia son un recital de gags que giran alrededor de la incapacidad del personaje para controlar su enigmático poder: Benito destroza una vajilla, desencaja la puerta de un armario, rompe una escoba, revienta un balón y abre un boquete en un muro, todo con una torpeza casual muy Tati… hasta que, al llegar a esta esplendorosa viñeta vertical, logra cumplir con éxito su primera misión súper-heroica: recuperar el globo perdido de una niña de un simple salto. En esta viñeta, que cubre toda la altura de la página, Peyo sintetiza la felicidad del héroe portátil que, por fin, logra tomar las riendas de su fuerza. Atención al encantador diseño de los árboles, obra de Will, autor que ejecutó los fondos para aliviar las labores de un por entonces multi-atareado Peyo. Y dejemos en el aire esta pregunta: ¿leía Stan Lee las historietas de Peyo?

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